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3 noviembre 2015

Los usuarios de Feve se organizan para protestar por las deficiencias de trenes y estaciones

Un revisor en una línea de Feve en Cantabria.Un revisor en una línea de Feve en Cantabria. / Javier Cotera

  • Recogen firmas para atajar los retrasos, vagones viejos y estaciones deterioradas en todas las líneas

     

    Asun enseña un taco con justificantes de retraso. «Los pedía hasta que me aburrí». Un viaje diez minutos, otro seis... Teresa cuenta que en un día de chaparrón «llovía tanto dentro del tren como fuera». Cristian advierte que en Astillero, por ejemplo, los escalones están «tan deshechos» y el paso inferior «tan mal», que cada vez hay más gente que cruza las vías. Y Saturnino anda en una guerra de legalidades y denuncias porque, por resumir, para subirse al tren a bordo de su silla de ruedas depende de la buena voluntad del maquinista que ‘pilote’ ese día. Todos ellos forman parte de un grupo que lleva ya recogidas 700 firmas entre pasajeros de Cercanías y que ha celebrado ya varias reuniones para protestar por las deficiencias del servicio. «Están todos entretenidos con el AVE y para las Cercanías, nada. Están perdiendo muchos viajeros».

    «Los primeros trenes de la mañana recogían alumnos de la Universidad. Les esperaba un autobús y les llevaba a clase. Llegaban tarde y ya han desaparecido». Es una de las historias que han contado en las reuniones. Primero, con los responsables de Cercanías de Feve. «Nos dijeron que en años empezaríamos a ver resultados». Después, con la Dirección General de Transportes y también con la Delegación del Gobierno, Ayuntamiento de Santander... «Y estamos a la espera desde el 10 de julio para que nos reciban en Presidencia o Vicepresidencia». Les han hablado de inversiones previstas y reconocen, por ejemplo, que una modificación de los horarios mejoró la puntualidad en el Santander-Liérganes, aunque fuera a costa de aumentar el tiempo a bordo del tren.

    Pero su lista sigue llena de quejas. «Cuando preguntamos por qué llegan tarde nos dicen que la vía está muy mal, pero, milagrosamente, depende del maquinista que esté, con unos llegas bien y con otros, no». Y se les conocen a todos (alguno de los denunciantes lleva cuarenta años usando el servicio casi a diario). Además de los problemas con los horarios y de lo que consideran una falta de explicaciones cuando hay problemas, aseguran que los vagones «son viejos y están deteriorados». «Falta de mantenimiento y hasta de limpieza», algo que trasladan también a algunas estaciones y apeaderos de la red regional. «Y falta información. Hace poco veníamos por Heras y anunciaban que la próxima para era Cudillero. En Renfe si hay un retraso o un accidente se avisa por megafonía. Aquí tiene que llamar al maquinista a la puerta para que te cuente». Maquinistas que, a su juicio, están «sobrepasados».

    Con todo, la reivindicación que ha generado más polémica es la que tiene que ver con los problemas para las personas con discapacidad. Una protesta presentada ante Delegación de Gobierno cuenta como en julio, dos ancianos en silla de ruedas y sus familias se quedaron tirados en el andén porque les negaron –y, según ellos, impidieron que otros lo hicieran– la colocación de la rampa para acceder al vagón. Cuando llamaron a Renfe les indicaron que el maquinista del siguiente tren «suele colaborar». O sea, que dependían de la buena voluntad del trabajador. Otra queja dice que impidieron a un usuario ayudar a una persona en el andén.

    Vacío legal

    Y en eso están, porque entre las obligaciones de los maquinistas –envueltos en conflictos y luchas laborales con la empresa– no está el colocar la rampa, que es necesaria para subir aunque las estaciones estén perfectamente adaptadas (se hacen obras para elevar los andenes, lo que mejora la comodidad pero no elimina la necesidad de una ayuda ‘extra’). El vacío legal determinado por ese reglamento, la falta de personal que se aduce en ocasiones o el límite en años con el que la compañía cuenta para poner al día sus estaciones se topa con, al final, con las dificultades de las personas con discapacidad. La realidad es que a veces se quedan en tierra. «Si en el vagón –dicen– hay un espacio destinado a la silla de ruedas y hay unas rampas metálicas en las cabinas, ¿para qué son si dependes de que quieran o no ponerla?».

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