TRENEANDO

El niño que perdió el tren y se quedó en el andén, mientras veía partir a su madre y hermanos

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Aunque no seamos suizos, la puntualidad es básica para el correcto funcionamiento del ferrocarril. Los trenes no esperan; salen a su hora (en general también llegan con bastante regularidad, que aquellos tiempos de los eternos retrasos pertenecen al pasado). Y en esto Renfe no se casa con nadie. Miércoles, estación de El Carmen de Murcia. El Talgo que viene de Cartagena con destino a Madrid parte, a su hora, las 6.10 de la mañana. Con espanto, una mujer comprueba que su hijo de 11 años se ha quedado en tierra, mientras el tren inicia la marcha, con otros dos de sus vástagos a bordo.

Ni los gritos de la angustiada madre, ni los de los solidarios y angustiados viajeros, consiguieron doblegar el rígido y funcionarial protocolo de los trenes, que deben seguir impasibles su marcha. La mujer contemplaba horrorizada cómo el menor se quedaba en tierra, y con impotencia reclamaba un auxilio inexistente.

Renfe explica que el suceso, que contaba este jueves el diario ‘La Opinión’ “es una excepción” en el funcionamiento regular de sus trenes. Que cuando estos cierran las puertas «deben cumplir con los horarios». Y que una vez surgido el problema, «el objetivo era garantizar la movilidad de los pasajeros; y así se hizo». Los viajeros sostienen que las puertas estuvieron cerradas unos minutos con el tren parado y que ningún miembro de la plantilla de Renfe atendió sus súplicas. Han redactado un escrito de queja, donde consta “el nefasto trato” dispensado a la angustiada pasajera

Todo ocurrió en cuestión de segundos. En cuanto el Talgo paró en el andén, la mujer y sus hijos iniciaron el planeado trajín para subir al convoy las maletas que portaban para su pretendido viaje. Repitieron la operación unas cuantas veces, porque los bultos eran numerosos. Y aún sin acabar la maniobra de carga, se cerraron las puertas. Quedaban en el andén algunos objetos y el menor de sus hijos junto a ellos. El Talgo partía sin mirara atrás.

La mujer intentó que el personal de Renfe la ayudara. El tren no puede parar, la dijeron. Presa del pánico, encontró solidaridad entre los pasajero del coche que le habían asignado. Las protestas resultaron estériles. Y el tren seguía su camino, alejándose de la estación, donde el niño perdido apenas si era consciente del suceso. Mientras, los viajeros intentaban ponerse en contacto con los operarios de Carmen para advertirles de la situación.

La madre conseguía hablar con el chaval una hora y media después de la salida del Talgo. La atribulada familia descendía del tren en Albacete, esperó la llegada de otro convoy y regresó a Murcia para reencontrase con el ‘niño perdido’, casi seis horas después del inicio del incidente. El pequeño aguardaba la llegada de sus familiares, protegido por la Policía Nacional que se hizo cargo del menor en cuanto los operarios comunicaron el incidente. “Estaba muy nerviosa y me sentía impotente”, decía la mujer que colmaba de atenciones y mimos al pequeño.

A las 13.00 horas volvía a parar el tren en la estación de El Carmen. La madre y sus tres hijos subían al convoy camino de Madrid. Renfe asumía el coste de todos los billetes, posteriores.

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