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26 enero 2015

Tren-ding topic a bordo

 
   
Manuel García
Viernes, 23 enero 2015                                           
   
 
         
 
 
 

Renfe hace aguas en Huelva, en su sentido más literal y en el figurado, hay donde elegir. Los convoyes son auténticas atracciones de feria, por el espectáculo improvisado que ofrecen y porque los engranajes de su estructura suenan más o menos parecido al de las barracas. Repiten hasta la saciedad en sus spots de autobombo, que cuentan con la flota más moderna de Europa. Si esa aseveración es cierta, a los ‘choqueros’ nos reservan los trenes vetustos y con solera, es decir, los cascajos que realizan sus últimos servicios a la comunidad. Y se nota.

Prueben a elegir un trayecto a otro destino menos periférico y hallaran diferencias sustanciales. Es cierto que cuentan con ferrocarriles de última generación, pero para los onubenses es algo virtual e intangible a lo que no tenemos acceso. El compromiso con la puntualidad y el bienestar es mucho más liviano cuando se trata de Huelva. No es una queja lastimera sin fundamento de cliente tocanarices, es una realidad refutable empíricamente. Los continuos retrasos en los meses de noviembre y diciembre son la punta del iceberg de escarnios de la compañía a una ciudad ya de por sí muy castigada en materia de transportes. Únicamente en Navidad se ha reforzado alguna línea de manera testimonial, pero por norma general, en los festivos, no se amplían los horarios, una medida que favorecería el trasiego de pasajeros y la resurrección de la opción ferroviaria tan estancada aquí.   


Las deficiencias logísticas no son las únicas, más allá de una estación que únicamente cuenta con un bar como oferta de ocio y avituallamiento. El mantenimiento de los trenes también deja mucho que desear. Me basta con relatar las peripecias de mi última experiencia en un Intercity que realizaba la travesía Huelva-Zafra para atestiguar un panorama de dejadez y abandono bastante evidente. Algunas de las escenas daban para un guion de Pajares y Esteso o, ya puestos, de Ingar Bergman, que es surrealismo más refinado. Resulta bastante irónico contemplar la promoción machacona de unas supuestas virtudes de confort en un anuncio, mientras notas el esqueleto de un asiento duro como el adamantio clavándose en cada hueso.


Cruzas y descruzas las piernas en busca del maná de la comodidad y la inmovilidad se erige en la única terapia paliativa para mantener a las castigadas vertebras a salvo de la escoliosis. Desperezándome ostensiblemente, extiendo mi mano, que retorna a su emplazamiento mojada. Está chispeando. Sí, he dicho chispear. Chirimiri a bordo. Desde luego, como performance no tiene precio, otra cosa es lo que puede apetecer una llovizna a cubierto en pleno invierno. Entre tanta publicidad corporativa, se les pasó dar el parte meteorológico para advertir de los chubascos localizados.    


No sé si aquello era un mensaje subliminal y el banner con el eslogan “no se pierdan la lluvia de ofertas en nuestras tarifas” les falló en el último momento estropeando la campaña, pero conociendo el precio de los billetes creo que no iban por ahí los tiros. Dicen que abrir el paraguas en un espacio cerrado trae mala suerte, pero ¿qué más te puede pasar? Despavoridos y rechinantes de rabia, los pocos intrépidos aventureros que se embarcaron en aquella expedición se trasladaban con sus enseres a resguardarse… al menos hasta que escampara.

 

Mujeres de avanzada cargando bultos de gran envergadura manteniendo el equilibrio para no arrastrar sus maletas por el impracticable suelo, esquivando los charcos originados por la gotera, dantesco. Entre tanto, ni rastro de un operario (porque no lo había) que improvisase al menos una solución al desperfecto o señalizara la zona afectada. Sálvese quien pueda. El revisor, única autoridad reconocida a la vista, aprovecha el agua que brota para lavarse las manos y emplaza a quien lo desee a cambiar su asiento. Por problemas de overbooking no será. Todo indicaba que aquel techo no acababa de siniestrarse, pero ahí estaba, un reguero de irresponsabilidad con un goteo constante.


Poco después, comprobamos que en el interior del tren se está gestando algo más, al margen de la incubación de resfriados y patologías pulmonares varias. La atmósfera húmeda que las filtraciones de agua generan es únicamente uno de los ingredientes que se mezclan en aquella probeta climatológica. Un tufo vaporoso procedente de los conductos de ventilación asciende la sensación térmica tropical a los 30 grados. Bienvenidos a las Islas Canarias. Mientras a la derecha se puede contemplar a la sierra de Huelva vestida con un paisaje nublado y chaparrones ocasionales, en el vórtice espacial de Renfe ‘disfrutamos’ de la calima artificial del archipiélago sin coste adicional. #camarerounmojito es el hashtag convertido en tren-ding topic en esos instantes por los acalorados y sedientos pasajeros. Ya están tardando en habilitar un chiringuito. Mientras desabrocho todos los botones de la camisa lindando con la denuncia por impudicia y escándalo público, recuerdo aquello de las cumbres del protocolo de Kioto. Renfe debería ser un punto del día prioritario en la próxima convención sobre el cambio climático.

 

@ManuelGGarrido

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