DiariodeLeón.es

27 marzo 2014

LA BATALLA DE LAS INFRAESTRUCTURAS

 
 

Usuarios y vecinos alertan del cierre de Feve en León

Reclaman que el proyecto de integración de vía estrecha se mantenga hasta el centro, con tren tram y sin barreras

M.C. Cachafeiro/Álvaro Caballero | León 27/03/2014

Paz Gómez, de Boñar, en el tren de Feve hacia León - SECUNDINO PÉREZ

Paz Gómez, de Boñar, en el tren de Feve hacia León - SECUNDINO PÉREZ

La vía estrecha empieza en León en un autobús y acaba contra un muro a casi dos kilómetros de la terminal de Padre Isla. Allí, en La Asunción, el apeadero queda varado como una isla. Los viajeros bajan del bus, después de 10 minutos de viaje, y suben al tren. El tren que es una pieza de dominó. El tren que los usuarios alertan de que, si el Gobierno consuma su intención de que no pasen de este punto los convoyes o como mucho lleguen hasta Las Ventas, si convierte de ahí en adelante la traza en un corredor verde, significará la activación del mecanismo. «Es lo que buscan», avisa Iván Muñiz. Clac. «Cuando dicen dejarlo en La Asunción es un eufemismo: quieren decir cerrar la línea», insiste. Como en una secuencia. «Bajará el número de viajeros, justificarán así que no es necesario, los pocos que ahora resisten en los pueblos bajarán para León a vivir y todo redondo para ahorrar: menos necesidad de servicios en el área rural, menos médicos, menos aulas en los colegios...», resuelve Andrea Díez, hija de ferroviario, que viene desde Cistierna. «Este es el primer paso para dejarlo morir», sentencia Alfredo Argüello.

A bordo del Hullero, todo el pasaje suscribe el augurio. «Luego vendrán el maquinista y el revisor», incide Clara Díez. «Iremos todos a vivir de la caridad», apostilla el segundo de los aludidos. En los vagones se citan ya para la manifestación del 6 de abril. «Cómo no vamos a ir», resuelve Mari Luz González, que coge el tren «cuatro veces al día para subir y bajar al trabajo». «Si lo dejan en La Asunción me plantearé otro transporte Servirá para que se acaben de morir estos pueblos», señala. «Eso, la emigración a León para los que no tengan coche», aporta Ángeles Fernández. «Sería política, en vez interés ciudadano», incide Conchi Tascón. «Si antes había un proyecto, ¿dónde está el de ahora?», reclama Pilar González. «Hay que moverse porque si no lo llevamos mal», coinciden en la tertulia, mientras el convoy llegue a San Feliz, donde un cartel recuerda los 2,9 millones que se invirtieron en unos cocherones para que pernoctaran los trenes turísticos.

El tren se demora en cada parada. Sigue la flecha que marca el Torío. Bajan pasajeros con los análisis del sintrom —«lo que nos vamos a quedar es sin tren», bromea uno—, cabecean los estudiantes que madrugaron para bajar a clase, tiran de las bolsas las mujeres que aprovecharon para hacer la compra... Fuera nieva, entre los cabeceos de los caballos que hozan para sacar a diente el bocado del día. Aparece algún paisano y muchas persianas bajadas junto a los apeaderos por los que a diario discurren 14 frecuencias en cada dirección, 8 los fines de semana. En el andén de Boñar aparece Maribel Díez Gil: «Esto huele a que lo quieren cerrar», sentencia cuando se cruza en la puerta con Beatriz López. «Yo creo que es lo que quieren», suscribe la joven. «Ahora ya se pierde mucho tiempo y si lo dejan en La Asunción al final habrá quien prefiera bajar en autobús, aunque es más caro», señala sentada junto a su madre, Mari Carmen Alonso. «No tiene ningún sentido», coinciden.

Tampoco se lo encuentra Patricia Andrés, que coge el tren en la parada de la villa del Negrillón «uno o dos días a la semana». «Lo que tiene es que llegar hasta el centro», propone acurrucada junto a la ventana. «Allí es donde está mejor», abunda Ángel Rodríguez, otro de los que ven que la propuesta del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) hará que «los pueblos se vayan a la ruina y cierren».

Feve es la vía que usa Rosa Álvarez para ir a León desde Cistierna «al médico, a comprar y a ver a los nietos». «No hay otra comunicación», señala, convencida de que «quieren hacer las cosas tan modernas que al final lo estropean todo y al final lo pagamos todos». «Lo mejor es que esté céntrico», le apoya Anselmo Gutiérrez, un jubilado que viene «de Matallana de ver la huerta y atender a unos bichos». «A mi no me vienen mal ahí porque una de mis hijas vive cerca, pero entiendo que lo mejor es que llegue hasta Padre Isla», aporta un asiento más allá Paz González. «Yo creía que iba a ser provisional», participa Julia Baro extrañada. «Como lo dejen ahí empiezo a bajar en moto», avisa Noé García, que se acaba de subir en la parada de La Vecilla.

No cuenta con esa suerte Alejandra Pinto, que monta en Pardavé con un carro de la compra y apoyada en una muleta. «Tengo problemas de movilidad. Lo necesito para bajar un día sí y dos no al médico. No me puedo permitir el lujo de pagar un taxi», concede. «¿Pero cómo lo van a dejar ahí teniendo la estación en el centro?», se pregunta Ivanov Kolev, que se monta en Feve «tres veces por semana para ir a trabajar».

Dos asientos más adelante lo intenta explicar Alfredo Argüello. «Teníamos la infraestructura que nos llevaba al centro y ahora nos dejan tirados. Lo que quieren es que se pierdan viajeros para justificar el cierre de la línea. Es el primer paso para ello», expone. «¿Sabes por qué pasa esto? Porque la gente que toma las decisiones viaja en coche oficial, cuando quienes deberían ser los que decidan son los trabajadores y los usuarios», recalca Iván Muñiz, un usuario diario que se acerca al calor del debate que se ha generado en el vagón que ya encara la entrada a la ciudad. Poco a poco, el tren muere antes de llegar al muro de final de línea.

La procesión de pasajeros cruza el andén camino del bus, con 10 minutos por delante hasta la estación de Padre Isla. No les da tiempo a ver cómo viene por el medio de la traza Nemesio Álvarez. Un vecino de Las Ventas que opina que «una vez que se ha urbanizado todo, el tren está mejor ahí». «No tiene por qué volver a la estación. Hay autobuses y otros medios. Me parece innecesario», asegura antes de continuar el paseo que queda ahora expedito hasta la plaza Juan de Austria.

A medio camino ataja hacia Mariano Andrés con las bolsas de la compra Urbana Fernández, que discrepa con su vecino sobre la necesidad de que el tren llegue a Padre Isla. «Ya bastante nos recortan, que llegue hasta donde estaba antes», concede.

Más allá de la iglesia de Las Ventas, donde Adif pone la línea roja de sus propuestas para llevar el tren, salvo que se valle entero, la traza se encañona. Sólo cabría la opción de que pudieran compartir espacio por ahí los convoyes y las personas si se optara por el tren tram: un vehículo que en campo abierto funciona como un tren y en ciudad puede arrancar y frenar como un autobús, sin grandes espacios de seguridad. Adif casi lo descarta. «Esto es una chapuza», sentencia Laure Pastor, al tiempo que pone las mechas a una clienta en su peluquería de San Mamés. «Lo que tiene es que cumplir con el proyecto que había y llegar al centro, si no lo llevan se han gastado un dinero a lo tonto», resaltan Araceli Otero y su marido, Pedro Suárez, que acumulan 38 años como vecinos de la zona. «Lo único para lo que va a servir ese corredor verde que dicen es para convertirse en un nido de trapicheo», advierte Judith Rodríguez, detrás de la barra del Rincón de Rodi, para analizar la nueva integración.

Otra pieza del dominó que se tambalea. Clac.

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