EL PAÍS

Hace 3.500 años una epidemia acabó con casi todos los miembros de una de las comunidades neolíticas que vivían en la zona donde hoy se asienta Barcelona. Al morir, hombres, mujeres y niños fueron enterrados en una fosa excavada en el suelo de apenas nueve metros cuadrados y que llegó a ser reutilizada hasta en un centenar de ocasiones, tal como deja ver el recuento de los cráneos de los fallecidos. Durante milenios han permanecido sepultados hasta que la construcción del AVE en la Sagrera les ha devuelto a la vida. Los arqueólogos los están recuperando para poder estudiarlos, datarlos mediante el C-14 y, sobre todo, saber qué enfermedad acabó con ellos de forma tan dramática.

Gráfico con los yacimientos arqueológicos descubiertos en la Sagrera. LAURA QUESADA

La fosa, por el número de restos, se ha convertido en uno de los yacimientos del Neolítico Final más importante de Cataluña y de toda España. Pero no es el único. Desde que en 2008 comenzara el movimiento de tierras entre la calle de Felip II y el nudo de la Trinidad, —una franja de cinco kilómetros de largo—, se han localizado, al menos, 16 yacimientos de todas las épocas: neolíticos, como la fosa con los 100 muertos y 12 silos para guardar grano, un yacimiento de época ibérica, varios de la época romana, como la villa del siglo I que saltó a los medios el verano pasado cuando se anunció su descubrimiento y que tendría que ser eliminada para construir el túnel del AVE tras excavarse varias estancias y recuperar todo el material, y un mosaico de 30 metros cuadrados (y 10.000 teselas sueltas) que, tras arrancarse en octubre y restaurarse se expondrá en la estación de la Sagrera.

De esta época también son un área de trabajo con pequeños hornos, una zona de cultivo de viña y una necrópolis con 21 enterramientos situada junto al edificio de Transportes Metropolitanos. Además de varios enterramientos medievales bajo la torre del Fang y de los restos de 30 soldados que fallecieron en una batalla en el siglo XVII, también se han localizado muros, puentes y edificios de los siglos XVIII y XIX, —entre ellos parte del recorrido del Rec Comtal— que han convertido la zona en un enorme yacimiento arqueológico.

“El hecho de que no se haya construido encima ha permitido su conservación”, explica Josep Pujades, responsable del Servicio de Arqueología de Barcelona, que ha supervisado los trabajos realizados por varias empresas de arqueólogos. Destaca la importancia de todos los hallazgos, que “obligarán a replantear la historia de la ciudad”, asegura. Pero los trabajos de construcción del AVE que han recuperado los restos tienen un lado negativo: tras ser documentados desaparecerán para dar paso a la enorme infraestructura que comporta hacer los viales y el edificio de la estación.

La villa romana situada bajo el puente del Treball Digne,
junto a las obras del túnel del AVE. TEJEDERAS

En septiembre de 2011, fueron muchos los que protestaron tras el anuncio de que el Ayuntamiento no conservaría la villa romana descubierta bajo el puente del Treball Digne. “Las imágenes dieron una impresión errónea, ya que de los muros solo quedaban en pie unos 10 centímetros; lo demás eran cimientos y estaban en muy mal estado. No valía la pena conservarlos”, explica Pujades, que asegura que se sigue el mismo procedimiento que en la mayoría de excavaciones que se realizan anualmente en Ciutat Vella (el 80% del total en la ciudad).

Hoy entra en funcionamiento el nuevo puente que sustituye al del Treball Digne (en funcionamiento desde 1921) para permitir que el trazado ferroviario avance. Cuando se desmonte, los arqueólogos seguirán excavando la villa y se podrán conocer los límites de la construcción y recuperar el mosaico totalmente.

Tras desmontar el puente del Treball se excavará el resto de la villa romana

Los trabajos son fruto de la arqueología preventiva que se practica en la ciudad gracias al sufragio de los promotores inmobiliarios que costean el trabajo de los arqueólogos. En este caso, Adif, que construye el AVE y que han marcado el ritmo de los trabajos de los arqueólogos.

Los nuevos responsables de la arqueología municipal —que desde hace unas semanas ha pasado a depender del Icub directamente y no del Museo de Historia de Barcelona— no quieren nuevas sorpresas y aseguran que la arqueología ha de tener mayor protagonismo y que los ciudadanos sepan los trabajos que se están haciendo en todo momento. Por eso, antes de que lleguen las excavadoras a la zona donde comienza la calle de Prim, junto a la masía de Can Nyau, que estuvo en pie hasta 1940, se comenzará a excavar para comprobar si antes de la masía había una de las muchas villas romanas que ocuparían y explotarían los campos alrededor de Barcino, tal como prevé la documentación.

Hasta que haya movimientos de tierras habrá un arqueólogo junto a las máquinas, porque no se descartan nuevos hallazgos.

Donde no hubo peligro de que aparecieran restos fue en el camino que trazó la tuneladora, que curiosamente se llama Barcino, y que avanzó bajo tierra por la calle de Mallorca, la Diagonal y Provença hacia la estación de Sants. Lo hizo a 41 metros de profundidad. Allí no había testigos de actividad humana. Al menos no tenía que haberla, según los especialistas.

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