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16 mayo 2017

NUEVO LIBRO SOBRE SUS 100 AÑOS

Funicular de Artxanda, un siglo de historia inclinada

JUANJO OLAIZOLA Y JOSEBA BARRIO PUBLICAN UN LIBRO CON LA VIDA Y MILAGROS DE 100 AÑOS DEL FUNICULAR DE ARTXANDA

UN REPORTAJE DE ALBERTO G. ALONSO - Lunes, 15 de Mayo de 2017 - Actualizado a las 07:41h

Juanjo Olaizola, arriba, y Joseba Barrio sostienen su publicación ante la librería donde tuvo lugar la presentación.

Juanjo Olaizola, arriba, y Joseba Barrio sostienen su publicación ante la librería donde tuvo lugar la presentación. (Oskar González)

 

 

EL pasado miércoles Juanjo Olaizola y Joseba Barrio presentaron en la librería Cámara su libro El funicular de Artxanda, 1915-2015. Los conocimientos doctos de Juanjo, director del Museo Vasco del Ferrocarril y uno de los mejores especialistas ferroviarios del Estado, y la experiencia de Joseba, con 28 años en la mochila como trabajador del transporte inclinado y enamorado de los funiculares del mundo, han dado a luz un documento que radiografía un siglo de historia entrañable y con multitud de anécdotas del viejo funi como es conocido por todos los bilbainos. Un acto atípico ya que dieron a conocer una publicación conmemorativa dos años después del centenario del entrañable transporte en cuesta y sin el apoyo del área de Movilidad y Sostenibilidad que, curiosamente, encargó el libro y cuyo concejal, Alfonso Gil, escribe el prólogo.

Esta es la primera obra de Joseba “y ha sido una gozada ver cómo escribiamos el libro, porque yo he comprado muchos libros de muchos funiculares del mundo pero escribir uno, y del de Bilbao ha sido especial”, indica. Juanjo ya tiene en su bagaje muchos libros escritos pero con cada proyecto que acomete “siempre aprendes algo”, resume.

 

La labor de investigación ha sido concienzuda y ha permitido conocer cómo los propietarios del funicular fueron los promotores de la construcción de la primera pista de aterrizaje de aviones en Bilbao. “Gracias a Luis Azaola, Canario, el mejor estudioso de la aviación en el Estado, supimos de un aviador francés, Alphonse Poiré, al que el Funicular le montó la pista y un hangar para que practicara bautismos de aire en su avión, como una especie de atracción de feria”, concreta. Se invirtieron 20.214,80 pesetas del año 1920 para atraer clientes a la zona de esparcimiento de Artxanda.

ENTRE GUIPUZCOANOS Y VIZCAINOS Porque el funi se construyó por la iniciativa privada y como parte de un proyecto mucho mayor, el de crear una zona de recreo y solaz en la parte alta de la villa que contó con casino, un txakoli popular y pista de patinaje, el único vestigio que queda hoy en día de aquel parque de atracciones. Olaizola cuenta que “fue auspiciado por un grupo de empresarios de Donostia que, visto el éxito que tuvo el funicular de Igueldo, quisieron trasladarlo a Bilbao”. El corazón botxero late en Joseba que aclara que “fueron los promotores pero desde el inicio de la actividad, un industrial bilbaino con una factoría al lado de la estación, Marcelino Ibáñez de Betolaza, fue el que toma las riendas del transporte”.

50 céntimos por los viajes de ida y vuelta fue el precio inicial de funi que se duplicó tres días después de la inauguración. “Era caro para la época”, reconocen ambos autores, aunque sus promotores creían que con todas las atracciones que estaban promocionando en las alturas, el uso del tranvía iba a ser masivo.

No fue así. Tuvo la mala suerte de empezar su actividad e iniciarse poco después la Primera Guerra Mundial, con lo que la economía no estaba tan boyante como para gastarse el dinero en viajes banales.

En sus primeros años, el transporte sobrevivió aunque nunca tuvo el éxito de Igueldo ni dio beneficios económicos a sus propietarios.

Es más, cualquier corriente de aire le provocaba resfriados. Olaizola tira de memoria ferroviaria y relata cómo “cuando se electrificó el tren de Plentzia, en 1928, y se pudo ir de forma barata y rápida a la playa, los bilbainos dejaron de subir a Artxanda”. Joseba continúa relatando que “la sociedad propietaria dijo que se había perdido el gusto por los baños de aire, que promocionaban desde el funicular, frente a los baños de mar que facilitaba el tren. Creo que siempre buscó excusas para no pagar dividendos a los accionistas”. De hecho, nunca los pagó y cuando llegó la Guerra Civil y el transporte quedó en estado de ruina como consecuencia de los bombardeos sobre Bilbao y los combates que se libraron en Artxanda, los propietarios tiraron la toalla y el funipasó a manos municipales.

Las décadas posteriores fueron tiempos de impregnación del transporte en el alma de los bilbainos que cada año, sobre todo en verano, lo utilizaban más y más hasta llegar a 1967 en que batió su récord de pasajeros anuales y llegó a algo más de 1,38 millones de usuarios. Aún se mantiene esa cifra.

Otro punto negro en la historia del tren cableado se fecha en junio de 1976 cuando uno de los coches se precipitó desde Artxanda con ocho empleados dentro. Siete de ellos saltaron pero el octavo, Isidro Aurrekoetxea, llegó hasta la estación de Castaños, y solo se rompió un brazo y el esternón. Juanjo dice que “es el único caso en el Estado que se conoce que un funicular se haya caído sin control” mientras Joseba desvela que “aunque las crónicas oficiales dicen que eran ocho los operarios que estaban dentro, es seguro que había más, y que estaban merendando algo prohibido”.

EL FATAL ACCIDENTE DE 1976 Recordar que el accidente no se produjo con el funi en servicio. Estaba en proceso de sustitución de su cable principal y falló la cadena que ataba el coche que se encontraba arriba. Ambas cabinas resultaron destrozadas y la estación de Castaños muy afectada.

La falta de dinero municipal estuvo a punto de enterrar el funi cuyo servicio se sustituyó por una línea de autobuses. La falta de soluciones llevó a los vecinos de Castaños a concentrarse ante el Ayuntamiento en junio de 1978 para exigir su restitución. 350 millones de pesetas y siete años después del accidente, un nuevo funicular renovado totalmente en material móvil, con coches más grandes, y estaciones nuevas iniciaba de nuevo su servicio el loor de multitudes y con el lehendakari Leizaola descubriendo la placa conmemorativa.

La historia moderna del transporte prosigue no sin altibajos, en 2001 por ejemplo, solo atendió a 268.000 pasajeros, aunque en los últimos años el repunte es evidente auspiciado por el torrente de turistas que ascienden a Artxanda para contemplar Bilbao.

El trabajador del funi explica como “antes cuando subía un turista lo comentábamos en la comida, ahora es increíble la gente que viene, porque ademas de ser una cosa muy típica de Bilbao, es un transporte barato y te lleva a contemplar unas vistas increíbles”. Joseba opina que “es la promoción que se está haciendo desde las oficina de turismo la que permite atender turistas casi todos los días”.

Juanjo no cree que estos nuevos clientes vayan a cimentar el futuro próximo del tren cableado “pero seguro que va a ser una parte muy importante”.

Para el director del Museo Vasco del Ferrocarril, los bilbainos van a seguir siendo sus principales clientes. “En esencia, sigue siendo lo que pretendían sus promotores, una forma rápida de acceder al pulmón de Artxanda y estar en contacto con la naturaleza”, asegura.

Es más, cree que seguirá aumentando su clientela (en 2016 ya ha superado los 800.000 viajeros) ya que “ahora tiene incluso una estación de metro al lado, con lo cual se puede hacer transbordo con la barik y el viaje en funicular puede ser gratis”.

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