La huelga de 1916 de la Compañía del Norte

 

El estallido en 1914 de la guerra europea provocó un espectacular encarecimiento de las subsistencias. Los ferroviarios, que a raíz de la huelga de 1912 habían obtenido ciertas mejoras, vieron, como los demás obreros, que su vida se hacía cada vez más difícil. En estas circunstancias va a surgir en 1916 una importante huelga ferroviaria; si bien los que la protagonicen no serán los que se encuentren en pero situación, sino los “privilegios” de la compañía Norte.

 

(02/10/1995) El Sindicato Norte de la Federación Nacional de los Ferroviarios Españoles, la importante organización surgida a la sombra de la Casa del Pueblo en 1909 y que en 1912 contaba con unos sesenta mil asociados, en la segunda quincena de marzo de 1916 elevó sendos escritos al Gobierno y a la Compañía, en relación con acuerdos tomados en el congreso que habían celebrado en Valladolid el año anterior.
Las peticiones que se solicitan a la Compañía eran: carnet de libre circulación; tribunales formados en parte por agentes del mismo servicio y categoría para la resolución de expedientes; derecho a asistencia médica por doctores no designados por la empresa; con reconocimiento de los dictámenes que emitiesen; modificación del artículo séptimo de la Instrucción General para el Servicio de Trenes; publicación anual por parte de la Compañía de un boletín por servicios en el que constara el orden por antigüedad de los agentes; aumento salarial de 150 pesetas en los sueldos que no excedieran de 2.500 pesetas y 50 céntimos los jornales.
Como ni el Gobierno ni la Compañía contestaron a los escritos enviados por el Sindicato, el 6 de mayo celebraron en Valladolid una asamblea extraordinaria, en la que, además de ratificarse en las peticiones formuladas, acordaron declarar la huelga.
Con esta misma fecha, la Compañía publicó una circular anunciando la concesión de una gratificación especial del 8,5 por ciento de su haber anual a los agentes que en 31 de diciembre anterior contasen con al menos un año de servicio y no participasen en la gratificación que anualmente venía probando el Consejo de Administración. Esta gratificación la concedía la Compañía en función del producto neto de la explotación de cada ejercicio y la percibían, en proporción a sus respectivos sueldos, el personal superior, los empleados de oficinas y algunos cargos como jefe de estación y factor. En ocasiones vino a representar casi dos mensualidades y media del sueldo del agente.
A pesar del anuncio de esta gratificación, en un mitin celebrado el día siguiente, los reunidos aprobaron mantener los acuerdos tomados en la asamblea.
Conocida por el Gobierno esta decisión, el ministro de Fomento llamó a Madrid a los representantes del personal. De las negociaciones mantenidas por el ministro con éstos y con la Compañía, resultó el acuerdo de que para los trabajadores afectados por la gratificación del 8,5 por ciento y cuyos haberes estuvieran comprendidos entre 1.500 y 400 pesetas, la gratificación que pudiera darse por el ejercicio de 1916 análogamente a la concedida por el de 1915, se transformaría en el abono de 1 real diario a partir de enero de 1917, fecha luego anticipada en seis meses.
Este acuerdo fue recibido en general con satisfacción, pero no se vio con buenos ojos en algunos puntos, como Barcelona, donde personal de la compañía M.Z.A. e incluso de sociedades obreras no ferroviarias, como La Naval, presionaban sobre los del Norte, para que “no se fiasen de promesas” y se lanzaran a la huelga. El hecho es que el día 12 todas las secciones del Sindicato Norte presentaron, en los respectivos Gobiernos Civiles, oficio anunciando huelga para el 20, una vez se hubiera cumplido el plazo legal de 8 días.

Barcelona

A juicio del Ministerio de Gobernación, se trataba de un mero trámite, para dar cumplimiento a lo acordado en la asamblea de Valladolid, y no suponía nada en contra del acuerdo con el Ministerio de Fomento. Cinco días más tarde, todas las secciones, excepto la de Barcelona, habían retirado los oficios. El día 17, los de Barcelona celebraron una asamblea, en la que no se permitió la entrada de elementos extraños, ni siquiera de ferroviarios de M.Z.A., y los asistentes, unos 700, dieron un voto de confianza al comité, para que si el 1 de julio la Compañía no había hecho efectivas las concesiones ofrecidas, acordase la huelga. Había quedado, pues, conjurado, por el momento, el peligro de huelga.
Con fecha 23 de junio, Norte publicó la circular nº 9, en la que se confirmaba la decisión de cambiar, para ciertos agentes, la gratificación especial de 8,5 por ciento que pudiera corresponderles por el ejercicio de 1916, en otra equivalente de un real diario y que se abonaría a partir de junio siguiente. Esta circular causó malestar entre los obreros, por entender que lo acordado era la concesión del real diario con aumento de sueldo y no como gratificación del 8,5 por ciento. Y volvieron a circular rumores de huelga.
El Ministerio de Fomento facilitó una nota oficiosa, declarando que estaban en un error los obreros; puesto que en la nota que en su día había publicado y que los interesados conocían, se decía que la Compañía estaba dispuesta “a cambiar la forma de gratificación y a conceder en esa misma gratificación un aumento de un real diario en los sueldos inferiores a 1.500 pts”.
En esta disparidad de interpretación del acuerdo logrado en mayo, se basa la huelga a que se llegó. Los ferroviarios volvieron a presentar los oficios de anuncio de huelga, que se iniciaría el 11 de junio.

Apoyos y rechazos

Enseguida comenzaron a llegar al ministerio telegramas de ferroviarios expresando su adhesión al Gobierno y a la Compañía y ofreciendo continuar en sus puestos de trabajo en caso de que llegara a producirse el paro. Eran los sindicatos de la Federación Nacional los que querían la huelga, y entre estos la Sección Catalana, de M.Z.A. y, por tanto, no afectada directamente por el problema; y que una vez anunciado oficialmente el paro por los de Norte, acordaron, en asamblea, exponer al Comité General de M.Z.A. la necesidad de declarar huelga general ferroviaria.
La Federación Mutualista de M.Z.A., Sección Catalana, tenida por algunos como “amarilla”, hizo público un manifiesto en contra del paro. El Sindicato de Obreros Católicos de Valladolid también anunció que sus asociados no secundarían la huelga, por considerarla, en las actuales circunstancias, revolucionaria y antipatriótica.
El presidente y el secretario de este sindicato de desplazaron a Madrid, el día 10, para manifestar al Gobierno que habían acordado no unirse el movimiento, para pedir que el real diario se convirtiese en sueldo y para solicitar, asimismo, que por los poderes públicos se garantizase la libertad de trabajo y la seguridad personal de los que no querían secundar la huelga. La Asociación General de Empleados y Obreros de los FF:CC de España hizo también un llamamiento a la concordia.
Anunciada oficialmente la huelga, la Compañía, por carta-circular de 6 de julio, dispuso que si por causa de aquélla alguna estación quedaba abandonada por parte del jefe, el factor autorizado que se hiciese cargo de la misma sería considerado desde ese momento como jefe de estación de 4ª clase y se le daría el nombramiento; y de forma análoga se procedería con respecto a otros puestos de trabajo. Al día siguiente, por otra circular previno a los agentes que serían sustituidos todos aquellos que abandonasen el servicio.
Los días anteriores a la huelga se multiplicaron las gestiones para tratar de evitarla. La Compañía accedió a que la concesión del real fuese con carácter definitivo y como sueldo en vez de cómo gratificación. Los ferroviarios aceptaron esta oferta, pero pidieron que las gratificaciones se concedieran a todo el personal y con arreglo a los beneficios obteniedos; lo que fue rechazado por la empresa, por el considerable aumento de gasto que suponía y por no estar dispuesta a aceptar una intervención del personal en sus operaciones. Se dieron por rotas las negociaciones y como inevitable la huelga.

Militarización

El Rey firmó dos decretos de militarización de ferroviarios, a los que se impuso el “brazal”. Los que ofrecieron resistencia, fueron detenidos y conducidos a prisiones militares.
La huelga estalló en la fecha fijada. En la estación de Madrid, a las 12 en punto de la noche, 50 agentes, de los 60 que allí trabajaban, abandonaron sus puestos, los cuales fueron cubiertos por miembros del Regimiento de FF.CC., que desde horas antes y al mando de un teniente, se encontraban en la estación. En Valladolid, el primer día de huelga transcurrió con relativa calma; pues aunque no trabajó una gran parte de los obreros, los empleados no faltaron a sus oficinas, ni tampoco siguieron la huelga los asociados del Sindicato Católico. Pero, inesperadamente,, surgió el paro general en la noche del 12 al 13, en que los agentes que todavía trabajaban abandonaron el servicio.
El día 13, a las once menos cuarto de la mañana, procedente de La Granja, llega a Madrid el Rey. Enseguida se presenta en Palacio el jefe del Gobierno, Conde de Romanones, y se toman drásticas medidas: se suspenden las garantías constitucionales, se cierran las Cortes y se declara el estado de guerra.

Detenciones

La situación se complica el día 14, al anunciar los mineros asturianos que al día siguiente, sin haber cumplido los trámites legales, comenzarían la huelga. Se producen detenciones de sindicalistas: Anguiano, presidente de la Federación Nacional de los Ferroviarios; Eloy Cano, presidente de la Sección Norte; Pérez Anegas, presidente de la comisión de huelga.
El día 15, se entrevista con el Jefe de Gobierno una comisión de los Comités de U.G.T. y del Partido Socialista, y se insinúa el arbitraje. Paralelamente, los ferroviarios militarizados detenidos, son puestos en libertad.
Al día siguiente, el Conde de Romanones recibe una comisión de la Federación Nacional de los Ferroviarios y al Presidente del Instituto de Reformas Sociales, señor Azcárate. Por la tarde de ese mismo día recibe, asimismo, a los comisionados de los obreros llegados de Valladolid y al presidente de la Federación, que había sido puesto en libertad esa mañana, con otros miembros de la misma y de la U.G.T. Esa misma tarde se reúnen con el ministro de Fomento y el director general de Obras Públicas, dos administradores, el director general y el cajero de la Compañía Norte. Sigue, sin embargo, la represión, y en Barcelona son detenidos y conducidos al castillo de Montjuic, los concejales socialistas madrileños Largo Caballero y Besteiro, que dos días después serán liberados.
El 17 de julio, por una Real Orden se encarga al Instituto de Reformas Sociales un informe sobre las discrepancias que han dado lugar a la huelga, y el día 19 el jefe del Gobierno anunció que a las 3 de la tarde, en Madrid entrarían todos al trabajo. Conseguido el acuerdo, la Compañía hizo saber que todos los que se presentasen al servicio antes de las 12 de la noche del 20, serían destinados a los puestos que acupaban antes de estallar el conflicto; los que no lo hicieran serían considerados dimisionarios.
El informe solicitado con fecha 17 de julio por el Gobierno al Instituto de Reformas Sociales, fue evacuado por este organismo el día 28 del mismo mes, dando su punto de vista sobre cada una de las seis cuestiones planteadas. Eludiendo pronunciarse sobre gratificaciones, libremente reguladas por la Compañía, informó con respecto al punto sexto que se consideraba justo el aumento de 25 céntimos diarios en los salarios que no excedieran de 1.500 pesetas.
De acuerdo con el dictamen del Instituto, Norte procedió al abono del real diario de aumento de los salarios inferiores a 400 pesetas, que en principio había excluido. En octubre había concedido ya esta mejora a 407 guardabarreras que no tenían ningún hombre en su familia empleado de la Compañía.
La huelga terminó, pero se había cerrado en falso, al no haber querido el Instituto de Reformas Sociales pronunciarse sobre gratificaciones, y, en consecuencia, sobre la incompatibilidad o no de la gratificación especial del 8,5 por ciento y el aumento del real diario.
Cuando en junio de 1917 la compañía Norte, al proceder al abono de la gratificación del 8,5 por ciento determinó que a los que venían cobrando aumento del real sólo se lea abonaría, de existir, la diferencia entre lo recibido por este concepto y lo que les correspondía por la gratificación del 8,5 por ciento, se produjo la protesta airada de los afectados. El Gobierno zanjó el asunto mediante una R.O. de 17 de julio, que determinaba que la Compañía debía proceder al pago de la gratificación sin reducciones por razón del aumento del real diario.

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