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4 septiembre 2015

BODEGAS CENTENARIAS

 

Barrio de la Estación de Haro ¡puuu, puuu, riojas al tren!

Autor: Amaya Cervera. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto
Jueves, 3 de septiembre de 2015

R. López de Heredia Viña Tondonia, Cvne, Gómez Cruzado, La Rioja Alta y Bodegas Bilbaínas, junto con Muga y la moderna Roda celebrarán pronto sus más de 150 años de historia de vino en Haro (La Rioja) en torno a una estación de tren.

La estación, situada en la línea férrea Tudela-Bilbao, se inauguró oficialmente el 30 de agosto de 1863y ha sido testigo de un trajín infinito de bocoyes, barricas de todo de tipo y botellas.

 

Poco queda ya del disgusto de los jarreros, como se llama a los habitantes de Haro, por haberse visto relegados frente a Miranda de Ebro en la línea del Ferrocarril del Norte de Madrid a Irún. El enfado era justificado: Haro llegó a ser una de las ciudades más prósperas del país, la primera junto con Jerez (otra gran urbe de vino) en disponer de alumbrado eléctrico desde 1891. También tuvo sucursal del Banco de España (1892) antes que numerosas capitales de provincia, y consiguió hacer valer su peso vinícola para ser sede de la Estación Enológica de Rioja frente a la designación inicial de Logroño.

 

El vino en tiempos revueltos

 

El desarrollo industrial, del que el ferrocarril es uno de sus principales exponentes, se produce de forma paralela a la eclosión de los riojas modernos, consecuencia en gran medida de las desgracias que aquejaron a los viñedos franceses en este periodo. Su llegada hacia 1855 atrajo a numerosos comerciantes galos a la zona, pero la razón de que muchos de ellos se acabaran instalando en Rioja fue la terrible y devastadora filoxera, uno de cuyos primeros focos se detecta en 1868 cerca de Burdeos. El ferrocarril ayudaría a hacer frente a la enorme demanda de vino generada desde Francia y que José Peñín en su Historia del Vino estima en medio millón de hectolitros mensuales durante la década de 1880.

 

El trasfondo político y económico, sin embargo, dista mucho de ser estable. Bastan los ejemplos de la crisis financiera de 1866, provocada por la caída de las acciones de las compañías ferroviarias y los efectos de la III Guerra Carlista que tuvo interrumpido el servicio ferroviario entre Miranda de Ebro y Bilbao durante tres años.

 

En Haro, franceses como Heff, Roig, Savignon, Vigier, Blondeau o Serres reprodujeron el modelo bordelés de almacenistas criadores de vinos sustituyendo los châteaux por cosecheros riojanos. Por el muy bien conservado archivo de R. López de Heredia, sabemos que las instalaciones de Armand Heff estaban localizadas ya en la zona (lo que en la época se conocía como paraje de Cantarranas o término de Vicuana) antes incluso de la construcción de la vía férrea. Paradójicamente, la estación de tren debía haberse levantado en la llamada “zona del Prado”, pero por su alto coste y dificultades técnicas para salvar una pronunciada pendiente acabó en su actual ubicación.

 

Vino y ferrocarril, una gran entente

 

[Img #8196]Muchas de las actuales bodegas del Barrio de La Estación se erigen sobre el legado de los almacenistas franceses. Tondonia sobre el de Heff, cuyo negoció primero administró y luego adquirió en su totalidad (1877) el fundador Rafael López de HerediaBilbaínas en 1901, sobre las instalaciones de los hermanos Savignon. La Rioja Alta (1890) tuvo como primer enólogo a Alphonse Vigier.Cvne nace antes, en 1879 por iniciativa de los hermanos vizcaínos Real de Asúa. El círculo se cierra con las actuales bodegas Gómez Cruzado que fueron creadas en 1886 por Ángel Gómez de Arteche, un noble mexicano relacionado con el ducado de Moctezuma.

 

Casi todas las bodegas llegaron a tener vías o andenes propios para facilitar la carga del vino y también vagones que utilizaban para hacer publicidad. Para María José López de Heredia, “el transporte de vino por ferrocarril fue una auténtica revolución que permitió que vinos de calidad pudieran llegar al consumidor a un precio razonable”. “Lo habitual –añade– es que casi todos los pueblos de Rioja tuvieran sus barrios de bodegas; éste sin embargo es un barrio industrial, solo comparable con Jerez, Épernay y Oporto”.

 

El antropólogo riojano Luis Vicente Elías Pastor exponía en una ponencia que preparó para el IV Congreso de Historia Ferroviaria celebrado en 2006 que el ferrocarril también jugó su papel a la hora de transportar uvas desde Rioja Baja y otras zonas de la región hacia las bodegas de Haro. Y destacaba el papel de los toneleros, porque el transporte se hacía en barriles y bocoyes de castaño o barricas de roble; incluso las botellas viajaban dentro de barriles de madera y existía una reglamentación de “doble envase” para el transporte por ferrocarril. No es extraño que las huelgas del gremio de 1902 y 1920 tuvieran graves repercusiones en el negocio del vino. También ayuda a entender que cuatro bodegas del Barrio de La Estación (Tondonia, Muga, La Rioja Alta y Bilbaínas) cuenten con toneleros en su plantilla.

 

El actual Barrio de la Estación

 

En el siglo XX, el Barrio recibió nuevos inquilinos: la muy antigua Rioja Santiago (1870) se mudó a esta nueva ubicación y Muga hizo lo propio en 1970. La última en llegar, Roda, inició la edificación de sus instalaciones en 1991 sobre un calado centenario que mira al Ebro. La mera comparación entre ésta última y su vecina Tondonia es una auténtica clase magistral sobre la evolución de los vinos de Rioja en los últimos 100 años y pone de relieve grandes diferencias de estilo y elaboración.

 

[Img #8195]No hay duda de que la revolución enológica que vive Rioja a finales del siglo XX perjudica a las bodegas históricas que ven cómo sus ventas empiezan a descender, en algunos casos de forma alarmante. No les queda más opción que adaptarse a los tiempos, crear una gama moderna o simplemente resistir.

 

Sin embargo, visto en perspectiva, el ataque de la modernidad no ha durado demasiado. En los últimos años vuelve el gusto por los clásicos gracias a la demanda de riojas viejos desde el extranjero y al triunfo del más delicado y elegante “estilo Borgoña”. Y al Barrio de La Estación le pilla con los deberes hechos y sus edificios históricos perfectamente rehabilitados en los que se han abierto atractivas tiendas y bares de vinos. ¿Qué se van encontrar los amantes del vino que se acerquen a visitarlo?

 

R. López de Heredia Viña Tondonia. Han resistido al cambio y han triunfado. Es la bodega familiar por excelencia, que no ha cambiado de manos ni de manera de hacer y pensar prácticamente desde su fundación. Al frente de sus hermanos, María José López de Heredia es su más entusiasta embajadora y firme defensora de un archivo documental y fotográfico solo comparable a su colección de añadas históricas que hace ya unos años que han dejado de estar a la venta. Reciben más de 20.000 visitantes al año y no quieren más; prefieren atenderles mejor y siempre en grupos pequeños. La modernísima cubierta de la tienda creada por la arquitecta Zaha Hadid alberga el stand creado para la Exposición Universal de Bruselas de 1910; un contraste genial. Por lo demás, la bodega es como un gigantesco museo, con sus tinos antiguos en uso, naves de barricas y botelleros enmohecidos. Paciencia es la palabra mágica: aquí hacer vinos lleva su tiempo; mucho tiempo. Y se aplica a todo lo demás: “Estamos preparando ya nuestro 150 aniversario que es dentro de 12 años” anuncia María José durante la visita. El aperitivo que me ofrece en la galería acristalada con un Tondonia del 70 no tiene precio. Más que vino, Tondonia es una experiencia.


 

CVNE. Está en un momento dulce desde que el Imperial Gran Reserva fue elegido vino del año por Wine Spectator y su gama al completo, desde los crianzas a los grandes reservas, se ve más sólida que nunca, aunque es cierto que los tiempos de envejecimiento se han acortado. Los Imperiales tienen su propia bodega de elaboración dentro del innumerable conjunto de edificios que conforman su recinto y que incluye la famosa nave diseñada por el estudio de Eiffel. Cvne también puede presumir de calados antiguos bien llenos de moho y botellero histórico, pero al igual que Tondonia, no vende añadas viejas; las reserva para sus catas verticales. La bodega sigue en manos de los descendientes de los fundadores y sale de bolsa este año. Su expansión comercial es concienzuda con participación o propiedad en distintas distribuidoras en Estados Unidos (Europvin), Japón o Madrid. La sede social estuvo en Bilbao hasta hace 10 años para trasladarse no a Haro, sino a la bodega Viña Real, que está en Laguardia (Álava). Recibe más de 15.000 visitantes y apuesta por la cultura, hasta el 5 de octubre, por ejemplo, con una exposición de “pozos” de Cristina Iglesias.

 

Gómez Cruzado. Parece un milagro que no haya sido fagocitada por alguna de sus vecinas. Es la más pequeña en tamaño, en manos de inversores mexicanos desde 2004, sus vinos han estado muy poco presentes en el mercado español hasta la entrada primero en la dirección y luego en el accionariado del enólogo David González y su socio especialista en viticultura Juan Antonio Leza. Este hecho le permite volar relativamente libre de ataduras con el pasado. Totalmente reformada, con apariencia de nueva y sin viñedo en propiedad, es fuente de vinos más atrevidos y actuales como su Vendimia Seleccionada, que combina tempranillo y garnacha a partes iguales, y una colección futura de vinos de parajes y producción limitada que se va a bautizar con nombres de montes de la región. Un delicioso contrapunto en el Barrio de La Estación.

 

Bodegas Bilbaínas. Situada justo al lado de la estación de tren, fue probablemente la bodega con mayor poderío económico de las del Barrio en la primera mitad del siglo XX y se nota en las instalaciones. Elaboraba en muchas otras zonas vinícolas, era proveedora de la Casa Real y tenía oficina en Londres, aunque la sede social sigue estando en Bilbao junto a la estación de Abando. Sus espumosos (primero Lumen, luego Royal Carlton) le daban un toque de distinción. Propiedad de Codorníu desde 1997, supero una OPA de su vecina Cvne a principios de los 90. Su gran valor diferencial son 250 hectáreas de viñedo en propiedad en el término municipal de Haro que le permite prácticamente autoabastecerse para sus reservas. Los Vicalanda fueron su primera carta de renovación y ahora, bajo la dirección de Diego Pinilla, el valor vuelve al viñedo, del que se quiere reflejar su influencia atlántica y del que ha salido el proyecto de “vinos singulares”. Es una pena que no se conserve casi botellero histórico, pero sí están en uso 70 de sus 140 tinos antiguos. La nueva tienda ya estará en funcionamiento para cuando salgan estas líneas.

 

La Rioja Alta. En 2015 cumple su 125 aniversario en gran estado de forma y con sus grandes reservas más valorados que nunca. Los míticos 890 y 904, que se sirven hoy por copas en la coqueta tienda de la bodega gracias al Coravin, causan furor en Nueva York, que es el primer mercado de la bodega (el segundo, Madrid). La firma se ha asegurado los viñedos necesarios para seguir elaborando estos vinos históricos junto al Viña Ardanza y elabora cómodamente en sus modernas instalaciones de Labastida, a un paso de su sede de Haro. La bodega, muy bien preparada para recibir visitas, creó en un 1976 el Club de Cosecheros, su particular sistema de venta a la avanzada que le permite entablar relaciones a largo plazo con sus clientes. Poco botellero antiguo por desgracia, pero desde hace ya bastantes años se guardan todas las cosechas religiosamente.

 

Muga. Aunque solo lleva en el Barrio de la Estación desde 1970 parece tan antigua como la que más gracias a la norma de que sus vinos solo tocan la madera. El conjunto de tinos, bocoyes, fudres y barricas es espectacular, y se enseña orgullosamente también cómo se hace el clarificado con claras de huevo. Presume (es lógico) de tonelería y de tener el único cubero que queda en Rioja. La gama de vinos, muy consistente de principio a fin, le ha permitido ganar una clientela fiel y la complementa con una atractiva oferta enoturística que atiende a más de 25.000 visitantes al año y hace probablemente de su tienda la más concurrida del Barrio.

 

Roda. Aunque no lo parezca, encaja como un guante en este entorno centenario. A fin de cuentas, su idea del mejor rioja posible es un reserva que se elabora con las mejores uvas de la denominación y todos sus vinos fermentan en clásicos tintos de madera. La modernidad de sus instalaciones ofrece un buen contrapunto y su bar de vinos, a la entrada de la bodega, está muy a mano para quienes solo quieran tomarse una copa. Ofrecen regularmente exposiciones fotográficas y su programa de enoturismo incluye visitas en todoterreno al viñedo además de una cata de lujo en el precioso balcón de su calado centenario con vistas al Ebro, donde también se pueden disfrutar añadas “antiguas” desde la década de los 90.


 
 

[Img #8197]El gran avance del ferrocarril

 

“La sustitución del transporte tradicional de vino utilizando caballerías por el novedoso ferrocarril cambia radicalmente el comercio y aumenta las posibilidades de su traslado al extranjero, en un momento de gran demanda de este producto en toda Europa” explica el antropólogo Luis Vicente Elías Pastor.

 

La cata del Barrio de la Estación

 

La agenda se ha dividido en una jornada para profesionales el viernes 18 que incluye un seminario impartido por el master of wine británico Tim Atkin y la cata de las nuevas añadas de las bodegas, y otra más festiva el sábado 19 que girará en torno a distintas animaciones y a la degustación de vinos y tapas.

 

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