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24 abril 2015

Publicado por 

ALMADÉN

 
 
Esta semana he tenido ocasión de conocer la hermosa localidad de Almadén (Ciudad Real) con motivo de la celebración de unas jornadas sobre Redención de Penas durante el franquismo, en las que presenté una comunicación sobre el trabajo forzado en el sector ferroviario del País Vasco durante esta negra etapa de nuestra historia reciente.
 
Como muchos recordarán, en la escuela nos enseñaron que Almadén contaba con los yacimientos de mercurio más importantes del mundo. Durante siglos, se ha extraído en diversas minas de la comarca el cinabrio; en una primera etapa como potente colorante y, sobre todo tras el descubrimiento de América, para utilizar el mercurio en la amalgama del oro y la plata de las colonias.
 
Hace algunos años que, como consecuencia de las estrictas normas medioambientales de la Unión Europea, se abandonó la actividad minera en Almadén. Sin embargo, gracias a la labor de la Fundación Almadén, impulsada por la antigua sociedad explotadora del yacimiento, la empresa pública Minas de Almadén y Arrayanes, S.A., buena parte del impresionante patrimonio histórico generado por la actividad extractiva se ha puesto en valor. De este modo, el mercurio se está convirtiendo, nuevamente, en el motor que dinamiza la vida de la localidad, aunque esta vez de la mano del turismo, sobre todo si, este mismo verano, logran la merecida declaración de Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO.
 
Edificio principal de la estación de Almadanejos-Almadén
 
Almadén también alberga elementos de gran interés para los estudiosos de la historia del ferrocarril. La estación, bautizada con el nombre de Almadanejos-Almadén, se encuentra situada a una docena de kilómetros de Almadén, al parecer, en atención a oscuros intereses de Segismundo Moret, uno de los más destacados protagonistas de la política española en el siglo XIX y, por cierto, diputado electo por el distrito de Almadén.
 
Aguada y contraste de gálibo de la estación de Almadanejos-Almadén
 
La visita a la estación de Almadanejos-Almadén bien merece la pena, ya que todavía conserva elementos propios de otros tiempos. El cuidado edificio de viajeros cuenta con una sencilla y elegante marquesina metálica que protege el andén principal. Una mesa de enclavamientos a la intemperie permite el control, mediante transmisiones funiculares, de las señales avanzadas y de entrada, así como de los principales itinerarios. La estación también conserva las dos aguadas para alimentar las viejas locomotoras de vapor, con su correspondiente depósito de agua, una placa giratoria para vagones, un contraste de gálibo y un interesante cargadero de ganado, vestigio de tiempos pasados en los que la trashumancia se realizaba en tren.
 
Cargadero de ganado de la estación de Almadanejos-Almadén
 
Aguja de acceso al antiguo muelle de mercancías, dotado de una marmita de MZA fechada en 1922.
 
Ya en Almadén, el viajero puede visitar su singular plaza de toros, única en el mundo con planta hexagonal; el antiguo hospital de mineros, ahora reconvertido en sede de la Fundación Almadén y de su valiosísimo archivo, la Escuela de Ingenieria de Minas e Industrial, levantada sobre la antigua cárcel que, en el pasado, albergó a los penados que trabajaban como esclavos en las minas y, sobre todo, su parque minero, donde es posible bajar a la mina y conocer de primera mano, las diversas etapas históricas de la explotación.
 
Carro utilizado en las minas de Almadén en el siglo XVIII. Se aprecia en el entarimado la ranura que permite el guiado del vehículo
 
Vagoneta para el transporte de apeas para la entibación de las galerías
 
No es necesario explicar la importancia de los medios de transporte en las explotaciones mineras y, Almadén no fue una excepción. En la mina, el visitante puede contemplar la reproducción de un primitivo carro de mina que circulaba sobre un entarimado de madera con una ranura central que servía de guiado. Ya en los años veinte se extendió una densa red de vías de transporte por el interior de las galerías y, asimismo, se estableció un ferrocarril exterior para trasladar las vagonetas a los hornos de tratamiento del cinabrio, así como para el transporte de los estériles a los vertederos. Aunque no dispongo de datos más precisos, en la foto se puede comprobar como esta vía estaba electrificada mediante línea aérea.
Tren de transporte de mineral fotografiado en la inmediata posguerra
 
Aunque a partir de los años setenta, los ferrocarriles mineros fueron progresivamente sustituidos por camiones, en la actualidad, los visitantes pueden todavía contemplar parte de la red de vías de las minas de Almadén, así como algunas vagonetas y, lo que es más atractivo, pueden realizar un pequeño recorrido, de unos 500 metros, a través de la galería que permite comunicar la mina con el exterior. Para los curiosos, señalar que las dos locomotoras disponibles han sido construidas por un fabricante poco conocido pero, no por ello, menos interesante: la firma madrileña Trariasa, radicada en Pinto. Mi buen amigo y colega Javier Fernández me comunica que esta empresa, que inició su actividad en 1983, ha construido más de 600 locomotoras de acumuladores, adquiridas, entre otros, por Hunosa, Minas de Figaredo, Mina La Camocha, Encasur, Minas de Tharsis, Potasas de Suria y Sallent, Metro de Madrid, Hulleras de Sabero, Entrecanales, Dragados y Obras Subterráneas. En concreto, las dos locomotoras operativas en Almadén corresponden al modelo T-35, de 3,4 toneladas de peso y 9 Kw. de potencia.
 
En la actualidad, los visitantes del parque minero de Almadén pueden viajar a bordo de este pequeño tren
 
En definitiva, no me queda más que recomendar a mis lectores la visita a Almadén. ¡Su historia, su patrimonio, sus paisajes , su gastronomía y sus gentes bien lo merecen!
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