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12 febrero 2015

Publicado por 

LOS TALLERES DE MIRAVALLES

 
Vista general de los Talleres de Miravalles en 1914. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
El origen de esta empresa se remonta a una siderurgia establecida por la firma Olaechea y Cia en 1878. Dotada de un alto horno de carbón vegetal y hornos de pudelaje, este empresa utilizaba el mineral de los cotos de Ollargan para la fabricación de hierro dulce comercial. Sin embargo, la fábrica nació obsoleta, ya que en la misma época se construyeron los altos hornos de Bilbao y Vizcaya alimentados con carbón mineral y dotados de acerías modernas. En 1880, con apenas dos años de actividad, la empresa se vio obligada a cerrar sus puertas y, poco después, fue adquirida por Antonio Ruiz de Velasco y Leiva, para trabajar bajo la razón social fábrica de hierro de San Bartolomé.
Vista de la sección de construcción de puentes. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
En 1892 la fábrica fue adquirida por el empresario Ramón de La Sota por un importe de 100.000 pesetas, para traspasarla de inmediato a la Sociedad Anónima Vasco-Belga, dotada de un capital social de un millón de pesetas. Los principales accionistas de la nueva compañía eran Víctor Chavarri, Augusto Lecoq, Juan Alonso Allende, Eduardo Aznar y el propio Ramón de La Sota. El objetivo inicial de los talleres era la construcción de puentes, calderas, material móvil ferroviario y otras construcciones análogas.
El cargadero de Urdiales, del ferrocarril de Castro a Traslaviña, fue construido por los Talleres de Miravalles. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Entre las primeras realizaciones de la empresa se encuentran los cargaderos de mineral de Saltacaballo (Setares), Castro-Alen, Castro-Traslaviña, Dícido y Agua Amarga (Almería), así como vagones para diversos ferrocarriles vizcaínos y una gran grúa para las obras del Puerto de Bilbao.
Construcción de vagones tolva para el ferrocarril de Sierra Menera. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
En 1895 Ramón de La Sota abandonó el accionariado de la sociedad, que quedó bajo el control de Víctor Chávarri. Años más tarde, a partir de 1912, la empresa se especializó paulatinamente en la construcción de material ferroviario: vagones de vía ancha y estrecha, vagonetas para minas y ferrocarriles industriales y material para instalaciones fijas. En 1917 emprendió la producción de ténderes, furgones y coches de viajeros.
Vagón grúa construido en Miravalles. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
En 1925 la empresa vizcaína adquirió dos sociedades complementarias, los talleres de Palencia, situados en esta capital castellana, y los de Ibaizabal, ubicados en Amorebieta (Bizkaia). Con este motivo, la compañía cambió su denominación social para pasar a llamarse Talleres de Miravalles, Palencia e Ibaizabal.
Vagón jaula para transporte de ganado suministrado a los ferrocarriles Estratégicos y Secundarios de Alicante. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

En contraste con los años veinte, en los que la empresa registró una notable actividad gracias, en buena medida, a las nuevas inversiones en material ferroviario impulsados por el gobierno, la crisis de los años treinta supuso el cierre de los talleres de Palencia y Amorebieta mientras que la plantilla de la compañía pasó de cerca de 600 trabajadores a tan solo 25 empleados en 1935.
Vagón de bordes altos construido para el ferrocarril Vasco-Asturiano. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

La guerra civil y la inmediata posguerra, trajo consigo la reactivación de la actividad en los talleres de Miravalles, al reconvertirse sus talleres en fabricantes de material militar y, finalizado el conflicto, gracias a la fuerte carga de trabajo que supuso la reconstrucción del material ferroviario, maltratado durante largos años por falta de mantenimiento.
Vagón plataforma suministrado al ferrocarril de Minas de Cala. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
En los años cuarenta, Altos Hornos de Vizcaya adquirió los Talleres de Miravalles, para especializar sus instalaciones en la fabricación de vagones, sin abandonar otras actividades como eran:


- Fundición en forja
- Calderería gruesa, estructuras y carpintería metálica
- Puentes y grúas
- Taller de mecanización
- Material para obra pública
- Volquetes
 
En todo caso, la actividad ferroviaria era la principal, al ocupar unos 300 trabajadores de una plantilla total de 428 empleados.
Vagón de descarga frontal suministrado al ferrocarril de Minas de Cala. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
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