LAS PROVINCIAS

17 abril 2017

Un trayecto en la C-3: viaje en el tren del pasado

Viaje en el tren del pasado/ FOTOS: I. MARSILLA

  • Paradas eternas, traqueteos, vibraciones y retrasos en la línea de Cercanías

  • LAS PROVINCIAS recorre el tramo entre Valencia y Utiel para descubrir problemas de seguridad como falta de revisiones entre trayectos o ventanas mal fijadas

    ARTURO CHECA

     

    valencia. «¿Aquí hay wifi?». Rosana sonríe socarrona mientras pone un pie en un maltrecho vagón. Unos minutos después, cuando el tren inicie su marcha entre quejidos de metal y un zumbido que no cesará en dos horas, agrandará el chiste. «¿Pero leches, es que me he dejado activado el botón del masaje de la butaca?», le suelta a Silvia, la amiga con la que viaja hasta Loriguilla para hacer una ruta con sus bicicletas de montaña. El 'masaje' es la incesante vibración que te acompaña en cuando te aposentas en cualquiera de los viejos butacones de los convoyes de Renfe que cubren la C-3, la línea de Cercanías que une Valencia y Utiel y que esta semana fue objeto de la protesta de una docena de ayuntamientos valencianos por los 12.700 euros destinados por el Gobierno a su modernización, cuando serían necesarios... 2.800 millones.

    Subirse a uno de esos trenes es emprender un viaje al pasado. LAS PROVINCIAS lo comprueba y constata como en pleno siglo XXI se tarda dos horas en llegar a Utiel, fin de trayecto y un viaje que por carretera apenas rebasa los 40 minutos. El periplo sirve para quedarse perplejo al comprobar como, 20 minutos después de salir el tren de la Estación del Norte, el convoy sigue en el término de Valencia. La razón, su desplazamiento primero hasta la parada de Fuente de San Luis, donde se queda parado durante casi cinco minutos con tal de dar servicio a los viajeros que se desplazan al Hospital La Fe, para después rehacer el camino y emprender ya la marcha hacia el interior de la provincia. El desplazamiento basta para confirmar el incesante traqueteo y zumbido de los trenes, el mal funcionamiento de la climatización en algunos vagones, las paradas innecesarias en andenes y antes de las estaciones y los retrasos de hasta 20 minutos que denuncian los usuarios.

    Comprobar los tiempos de llegada de la línea C-3 a cada una de las estaciones y el tiempo que pasa en las mismas evidencia una de las razones de su interminable tiempo de trayecto. Seis minutos de parada en Fuente de San Luis pese a que todos los viajeros suben o bajan en apenas un minuto, otros cuatro de detención sin explicación alguna en San Isidro, seis más absurdos en Aldaia, más un minuto de 'stop' antes del andén... Y como resultado, 19 minutos de tiempo extra de viaje (suma expuesta en el gráfico que acompaña a estas líneas y que se repite de manera calcada en el viaje de vuelta) que demuestran que el transporte podría ser mucho más ágil con sólo llevar a cabo un mejor protocolo de trayecto por parte de Renfe.

     
     

    Belén Majarón se revuelve inquieta en su asiento. A su lado, Mari Carmen. De Aldaia la primera y de Buñol la segunda. Cogen a diario el tren para ir al trabajo. «Esto es una calamidad», lamenta Belén. «¡Y hoy han tocado trenes de los cómodos, eh! Si te toca el incomodo te dejas aquí la rabadilla», lamenta. Su quejido se incrementa al explicar lo que tarda en llegar a Aldaia. «No menos de 40 minutos. ¡Si está aquí al lado!». Como si viajara a Utiel en coche.

    Cuatro viajes sin inspección

    LAS PROVINCIAS es testigo de cómo el convoy llega a la Estación del Norte y alcanza Utiel casi dos horas después. El mismo convoy regresa unos minutos después hacia la capital. Y ese mismo tren regresa luego a la localidad situada a orillas del río Magro. En esos cuatro viajes, ni rastro de revisión de seguridad o inspección técnica por si algo falla. Quizás la ausencia de papel de váter en el urinario sea la menor de las carencias...

    Otra duda sobre la seguridad te asalta al comprobar cómo el zumbido perpetuo que acompaña a los viajeros procede en alguno de los vagones de la vibración de los cristales. La precaria fijación de las ventanas, tan criticada en otros transportes como el metro, no parece superar aquí demasiadas pruebas.

    ¿Y el precio? Las tarifas hacen echarse las manos a la cabeza a no pocos pasajeros (y de paso aprovechar para masajearse las sienes y combatir el dolor con el que uno acaba el viaje fruto del infernal ruido en los vagones). Algo más de siete euros se deja Mari Carmen para viajar de Buñol a Valencia. «Me ganó 22 euros en cada jornada, fíjate si me supone», se queja... Un par de vagones más allá, Javier escucha absorto música con auriculares. El joven estudiante se los quita al ser preguntado por su opinión sobre los cercanías. Le duele en el alma lo que puede parecer poco: 1,80 euros por un billete de ida y vuelta. «Mi madre me da 20 euros al mes de paga», es el rotundo argumento que el chaval pone sobre la mesa.

    A 49 km/h

    Y lo cierto es que comprobar que ir y volver a Utiel sale por 11,80 euros, parece excesivo sí se compara con que un billete de ida de AVE hasta Requena cuesta 22 euros. Por poco más de 20 minutos de viaje, frente a las interminables dos horas del viacrucis hasta Utiel en el vetusto tren de la C-3.

    Juan Bautista es jubilado, sinónimo de ir por la vida sin prisas, y además le gusta verla «siempre con optimismo. El médico me dice que por eso me salen los análisis perfectos», ríe. Va de vuelta a Chiva después de un trámite con el carné de conducir en Valencia. «La gente va a toda hora con prisas, ¡hasta los que ya no trabajan», argumenta con una sonrisa. Aunque no olvida alguna de las malas pasadas que le ha jugado el tren de Cercanías. «Nunca cojo el último tren, por si se retrasa, o no llega. Una vez que iba a subir en ese, me quedé sin él y tuve que ir en autobús», recuerda. Apunta otro de los trucos que se gastan sus paisanos para rascar unos euros a las tarifas de la C-3. Muchos se cogen el coche y bajan hasta Cheste para pillar el tren ahí, donde la tarifa es más económica.

    Y lo cierto es que, a partir de Chiva, las paradas se ajustan más al minuto o dos necesarios para que suban y bajen los viajeros, pero el ritmo es propio de un trolebús. Vías antiguas y pasos por estrechos puentes obligan a ralentizar la marcha. La velocidad media es de 49 kilómetros por hora. Entre Requena y Siete Aguas pasa, visto y no visto, un tren AVE. El presente se desvanece. Próxima estación, el pasado.

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