VANITY FAIR

28 marzo 2016

Royal Scotsman: así es viajar a bordo de uno de los trenes más lujosos del mundo

 

Cenas de gala, castillos con historia y paisajes naturales irrepetibles. Descubrimos Escocia desde un punto de vista diferente.

 

 
Por GUSTAVO EGUSQUIZA

 

25 de marzo de 2016 / 9:18

 

Bienvenido al Royal Scotsman.

 

Si los protagonistas de Downton Abbey quisieran recorrer Escocia de vacaciones, sin duda el Royal Scotsman sería su transporte elegido. Y es que hablamos de uno de los pocos trenes de gran lujo que quedan en el mundo. Una experiencia única que arranca en pleno corazón de Edimburgo y que se adentra durante cuatro días en los tesoros recónditos de la geografía escocesa. 

Es precisamente ahí, en una de las ciudades góticas más bellas de Europa, donde arranca nuestro viaje. Antes de subir al tren, aprovechamos para recorrer las calles de esta capital, auténtico hervidero de intelectuales y artistas que cuenta con una oferta cultural incomparable. Su centro, presidido por el monumento del famoso escritor escocés Sir Walter Scott, se divide en el popular Old Town y el aristocrático New Town. Por allí nos perdemos antes de adentrarnos en la bella Princess Street, la arteria principal de la ciudad y calle donde nos encontramos frente a frente con su majestuosa estación de trenes de corte victoriano, Waverley. 

Allí nos esperal el Royal Scotsman, operado por la firma Belmond, responsable también de mantener vivo el lujoso Orient Express. Un tren compuesto por nueve vagones Pullman de estilo eduardiano con capacidad para 36 personas que fueron totalmente reformados a mediados de los años 90 para adaptarlos a los exigentes gustos de los viajeros del siglo XXI. Antes de que la locomotora arranque, la cultura y las costumbres escocesas te acompañan hasta tu camarote de la mano de unos gaiteros interpretan algunas de las piezas más famosas de la región mientras te instalas en tu cabina.

Una música que solo se interrumpe cuando el silbato anuncia que el tren se dispone a abandonar la estación en dirección a Aberdeen, nuestra primera parada. Llega el momento de sentarse y dejarse mecer por el traqueteo del viaje contemplando los espectaculares paisajes que aparecen a través de la ventana como las escarpadas montañas Torridon o la arquitectura regional de pueblos como Kyle of Lochalsh o Saint Andrews.

Servicio de lujo a bordo.

Aunque no todo son bellas ciudades y paisajes pintorescos en este viaje. Otra buena manera de entender la cultura escocesa es a través de su gastronomía, y en este tren el viajero tendrá la oportunidad de probarla casi toda. La comida a bordo, además, es exquisita.

En su restaurante lo mismo se puede degustar la sabrosa ternera de Wagyu que su delicioso Salmón o una selección de mariscos regionales, así como los quesos tradicionales de la zona. Cada almuerzo y cena son, por supuesto, regadas por la mejor variedad de vinos franceses de Burdeos y vinos dulces traídos de diferentes regiones de los confines de Escocia. Eso sí, no olvide meter en su maleta un esmoquin o, mejor, la tradicional falda escocesa. La etiqueta es obligatoria durante la cena. 

Tampoco le extrañe esta exigencia, comiendo en estos vagones- restaurante uno se siente transportado a un mundo que creía perdido e inexistente. Por ejemplo, Sir Winston Churchill utilizó uno de sus estos vagones para preparar su candidatura a las elecciones tras la Segunda Guerra mundial. Aunque más que uno de los políticos más importantes del siglo XX, después de la cena, en animadas charlas con el resto de pasajeros mientras le sirven un Macallan 1824 o un Talisker 20 en bandeja de plata, es más fácil sentirse el mismísmo James Bond . 

Cenas de gala.

Otro de los grandes atractivos de este tren son las excursiones privadas que realiza en sus recorridos desde abril a octubre. Por las mañanas, cuando para en alguno de sus destinos, los pasajeros pueden disfrutar practicando el tiro al plato para después trasladarse a algún castillo o destilería. El más famoso de todos es el castillo de Glamis. Ubicado en la localidad del mismo nombre, la construcción data del siglo XV y, según algunos de sus antiguos trabajadores, está encantado.

No es de extrañar teniendo en cuenta que por este monumental edificio han pasado personajes de la talla de William Shakespeare, Diana Spencer o la mismísima Reina madre, que fue su última propietaria. Un detalle desconocido al gran público es que la reina madre era una ávida coleccionista de relojes, colección que aún se puede visitar en una de las estancias. Esta tradicción, por cierto, ha sido continuada por el príncipe Carlos en su honor.

Un viaje lleno de paisajes únicos.

Algo que tampoco nadie debería perderse es la excursión a la pintoresca isla de Skye, que cuenta con la Abadía de Iona donde están enterrados numerosos reyes escoceses. El viaje también ofrece la posibilidad de realizar una excursión alternativa en bote para poder avistar una colonia de focas cercana a la costa. Aunque los que busquen emociones más fuertes no deben saltarse la visita a isla de Black, donde se encuentra la destilería de Whisky Glen Ord y en la que podrá observar cómo los destiladores trabajan creando un puro de malta dulce a la vez que seco al paladar.

Como podrá imaginar, este viaje no es asequible a todos los bolsillos. Pero la inversión merece la pena. Cuando el Royal Scotsman llega a su destino final, algunos pasajeros fantasean con la idea de encadenarse al tren. Y con razón.

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