Los viajeros que realizamos diariamente el trayecto entre Pamplona y Vitoria en tren hemos sufrido ciertos retrasos e incidentes durante el último mes. El último, el pasado lunes 11 de enero, día en el que debido a una avería en el tren estuvimos más de dos horas y media en el apeadero de Altsasu, sin luz ni calefacción a -1 grado, hasta que un autobús vino a recogernos. Al final, llegamos a Pamplona con un retraso de tres horas y diez minutos, a las 11.15 de la noche.

Si bien es cierto que estos problemas se han dado con la llegada de la nieve, y siendo algunos de los mismos comprensibles (como el retraso causado por el vendaval del pasado 21 de diciembre, que también originó atascos en la N-1), otros, como el antes mencionado, no se pueden achacar a las inclemencias meteorológicas, o no al menos únicamente a éstas. Y eso es precisamente lo que Renfe hace siempre: poner al temporal como excusa.

Pero las horas pasadas dentro del tren en situaciones como la descrita anteriormente, nos han dado la oportunidad de conocer, de la mano de los propios operarios de la compañía ferroviaria, ciertos aspectos sobre los vehículos en los que nos desplazamos. Se trata de trenes que tienen más de 40 años, a los que cada tres meses se les debe renovar el permiso de circulación, y ésta es la única zona de todo el Estado donde todavía circulan. En el resto de comunidades hace años que fueron retirados. ¡Los propios trabajadores 'tiemblan' a veces al montarse en uno de estos trenes! Y mientras, por poner un ejemplo, cada día un AVE regional cubre el trayecto entre Zaragoza y Calatayud con cuatro viajeros.(y el ejemplo no es mío, si no de un trabajador de Renfe)