DiariodeLeó.es

8 enero 2013

Cuatro generaciones subidos al tren

El bisabuelo y la bisabuela de los Lanchares ya fueron ferroviarios en el Ferrocarril de La Robla; su hijo, su nieto y una biznieta han seguido el mismo camino en Feve.

manuel c. cachafeiro | león 08/01/2013

A sus 80 años, Atanasio Lanchares Rodríguez conserva toda la documentación de su vida laboral. Entró con 19 años, cuando todavía la compañía se llamaba Ferrocarriles de La Robla, y se retiró en 1994, después de cuatro décadas, cuando las siglas Feve ya querían decir Ferrocarriles de Vía Estrecha. Aún recuerda las máquinas de vapor y los vagones de primera y tercera. Los primeros con asientos acolchados y mesitas a un lado; los de tercera, «con listones de madera», rememora echando la vista atrás.

Feve, integrada en Renfe desde el pasado 1 de enero, es más que un ferrocarril. Es también la historia de muchas familias leonesas, algunas con cuatro generaciones en la empresa, como los Lanchares. «Ha mejorado mucho, y es verdad también, que sigue siendo una línea un poco romántica», asegura su hijo Roberto, todavía en activo.

Atanasio conoce bien la línea. Trabajó en Cistierna, La Ercina, Valle de las Casas, Guardo, León... Entró como aspirante a factor y recorrió numerosos puestos: factor, jefe de estación... Su primer jornal diario fue de 5,75 pesetas «más el 25% de plus por carestía de la vida», dice la carta de admisión, que como otros documentos acumula en su ordenador personal ahora su hijo.

Saray, su nieta, hija de Roberto, es la última savia nueva de los Lanchares que ha entrado en Feve. Trabaja desde hace un año en El Berrón, cerca de Oviedo. «Mi trabajo es más bien de oficina, pero el tren y Feve lo he vivido desde pequeña en casa», dice orgullosa de su padre, de su abuelo y de su bisabuelo.

Y es que la primera generación fueron el padre y la madre de Atanasio. El bisabuelo se llamaba Alejandro y fue sobreestante de vías y obras. Martina, la bisabuela, guardagujas. Y por si fuera poco, dos hermanos de Atanasio también trabajaron en la compañía.

Roberto Lanchares conoció aquel tren que rememora su padre y éste. Lleva 32 años en Feve, desde 1980. Empezó en Bilbao y recuerda que cuando vino para León, la Feve vizcaína y la leonesa eran como el día y la noche. Cadagua, un río que cruza el tren en la provincia de Burgos, antes de adentrarse en el País Vasco, era como una frontera entre el blanco y el negro. «Allí estaba lo mejor; aquí era lo último de lo último». Con los años, reconoce, las cosas han ido mejorando. «Hubo un director general que era de aquí. Hizo mucho. Después se han ido haciendo cosas, poniendo un material más decente, se quitaron pasos a nivel... Lo malo es que con mejores infraestructuras cada vez queda menos gente en los pueblos», se lamenta.

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