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7 enero 2012

Opinión

El choque de trenes

Los pasajeros esperan que Mas y Rajoy dialoguen antes de que el impacto resulte inevitable

Artículos | 07/01/2013 - 00:00h

Màrius Carol

Màrius Carol

En los últimos meses, una de las expresiones más repetidas entre los columnistas políticos es "el choque de trenes". Se trata de una figura retórica que no ofrece dudas, una metáfora de la dinámica establecida entre el Gobierno de España y el de la Generalitat, que anuncia un encontronazo entre dos maneras de entender el futuro en Madrid y Barcelona. Artur Mas fue el primero en utilizarla antes de encontrarse en el palacio de la Moncloa con Mariano Rajoy para hablar del pacto fiscal, una reunión fallida desde el mismo día en que se concretó la fecha a las puertas del 11 de septiembre. Pero en la capital de España se la han hecho suya no sólo los analistas políticos, sino también los ministros de la villa y corte. Ya escribió Ramón Gómez de la Serna una greguería que sugería que entre los carriles de las vías de tren crecen flores suicidas.

Mañana Mas y Rajoy, los conductores de estos trenes que parecen condenados a chocar, se verán las caras en la inauguración de la línea del AVE Barcelona-Girona-Figueres. El conseller de Presidència, Francesc Homs, ha adelantado que será un encuentro que se celebrará en cordialidad y tono institucional, lo que es una manera de decir que nadie espere que descarrile la reunión. Es lo que tiene la alta velocidad, que apenas se aprecian las circunstancias del paisaje, pero en cambio se gana tiempo. O dicho de otro modo, no se esperan grandes declaraciones, pero al menos nadie va a cerrar la puerta a dialogar. El problema consiste en establecer de qué hay que hablar cuando Rajoy tiene escaso margen de negociación, pues anda escaso de dinero y de ganas. Además, cualquier gesto del presidente sería considerado por la Brunete mediática como una demostración de debilidad y una concesión intolerable. Por su parte, la reclamación del pacto fiscal es una estación dejada atrás en la ruta a la soberanía, así que el referéndum resulta el apeadero al que quiere llegar el Govern, como etapa previa a la estación término.

Entonces, ¿sólo queda esperar al choque de trenes? Ojalá que no, entre otras cosas por respeto a los pasajeros que viajan en los vagones y que esperan sobrevivir en este complicado periplo. Ningún conductor de tren en su sano juicio acelera la marcha cuando la vía no está franca. Mas declaró en una entrevista que si España no se mueve, el accidente está cantado; pero también el Govern podría cambiar las agujas para evitar el impacto.

Tendría todo el sentido que Mas y Rajoy hablasen de todo y todo el tiempo que hiciera falta. Los pasajeros empiezan a sentir vértigo ante el traqueteo que empieza a escucharse del tren de cara. Y aun sabiendo que con las cuestiones que habría encima de la mesa el diálogo no será fácil, ambos deberían recordar la afortunada metáfora ferroviaria de Giovanni Guareschi cuando escribió: "Como los trenes, las buenas ideas llegan con retraso".


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