Un ferroviario que conocía su oficio

6-6-2003 MADRID/MURCIA.

José Luis tenía 23 años cuando comenzó su carrera en Renfe, en 1989. Títulos universitarios, cursos, exámenes psicotécnicos, prácticas, evaluaciones, reciclajes permanentes... una trayectoria impecable, un ferroviario al que todos parecen reconocer su oficio. «¿Qué hacer? ¿Cómo evitar lo que se avecinaba?» Todo lo aprendido durante 14 años de formación permanente y de buena conducta profesional pasó por su cabeza a la velocidad del tren rápido durante los dos minutos eternos que separaron el aparente error humano de la tragedia. Los dos minutos de agonía consciente que transcurrieron desde que supo que el Talgo al que había dado luz verde en la parada en Chinchilla se estrellaría inevitablemente con un tren de mercancías. Dos minutos de agonía ignorada por los 19 pasajeros que en ese momento se aprestaban a dormir en sus asientos, sin saber que la muerte les esperaba a pocos metros.

José Luis hoy, a sus 37 años, prefiere ocultar su apellido. Poco se sabe de él. Sólo que reside en Albacete, que está casado y que sus familiares y compañeros del sindicato CC.OO. tratan de mantenerlo apartado y a salvo de la vorágine mediática y judicial que amenazan con destrozarlo después de que sus propios jefes, el ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos, y el presidente de Renfe, Miguel Corsini, le señalaran como causante del mayor accidente ferroviario de los últimos 30 años. Se basaban en su primera declaración.

Sin ver la televisión

Se sabe que se encuentra en tratamiento psicológico y de baja por depresión, según sus compañeros de CC. OO.Se sabe que sólo soporta la luz del día gracias a los tranquilizantes que toma. Sus compañeros le han pedido a su mujer que no ponga la televisión para evitarle las dramáticas imágenes de la tragedia. «Lo tenemos aislado por consejo médico y psicológico. Ni siquiera han querido informarle de que han sido sus propios máximos jefes quienes le han puesto en el centro de la diana judicial al imputarle como responsable del accidente en el que han muerto diecinueve personas». Se sabe que a las dos horas de producirse el accidente, José Luis se ofreció voluntariamente para que le practicaran un análisis de sangre que certificase que no había bebido alcohol ni consumido sustancias estupefacientes. Dirigentes de CC. OO. que lo han tratado comentan que «se encuentra destrozado y que lo estará toda la vida, porque ha sufrido la peor pesadilla para un ferroviario». El resto de lo que se sabe sobre José Luis son las frías informaciones de su currículum. Un currículum sólido, que demuestra que dedicó toda su carrera profesional a Renfe, a la gestión de circulación de trenes. José Luis se formó en la XXVII Promoción del Regimiento de Zapadores Ferroviarios. Entre 1989 y 1997 ejerció el cargo de ayudante ferroviario en Almansa, a las órdenes del jefe de circulación y dedicado, entre otras labores, a la gestión de la circulación. La circulación, esa tarea que ensombrecería su futuro, fue siempre su pasión. En 1997 comenzó su actividad como factor de circulación.

El 2000 fue un buen comienzo de siglo para él: ese año fue ascendido y se convirtió en jefe de circulación de Chinchilla, el destino que pidió. El cargo que estaba ejerciendo en la fatídica noche del martes pasado. José Luis es titulado universitario superior y ha realizado cursos de reciclaje en materia de Seguridad en la Circulación. Realizó 16 cursos de formación y de reciclaje en el Reglamento General de Circulación, de Gestión de Incidencias, de Instrucciones Generales, de Sensibilización en Gestión Medioambiental, de Protección Civil, de Seguridad en la Circulación y de Prevención de Riesgos Laborales. Para llegar donde estaba, afrontó con éxito exámenes psicotécnicos, teóricos y prácticos que lo prepararon para una misión de alto riesgo: en el silencio de su oficina, dar luz verde a las vidas cientos de personas que cada día pasaban frente a él, confiadas, a más de 100 kilómetros por hora. Él, sus ojos y su cuadro de mandos del sistema circulatorio. Casi como Dios.

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