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Acusan de negliencia a Metro por el amianto

 

 

 
 
 
 
 
 
 
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Uno de los tres trabajadores del Metro de Madrid con una enfermedad profesional reconocida como consecuencia de la exposición a fibras de amianto considera que la empresa ha actuado “con negligencia” en la información y la formación de sus empleados. Santos González Rollán, de 58 años, trabajador activo del Metro de Madrid de la Sección de Multifuncionales, lo declaró asi durante su comparecencia ante la comisión de investigación sobre el amianto en el suburbano madrileño.

González Rollán ingresó en la compañía el 11 de enero de 1976 para ocuparse del mantenimiento de las escaleras mecánicas, aunque en los últimos años su tarea se ha ampliado a otras instalaciones como las estaciones y el alumbrado. En 2013, a la vista de una radiografía de tórax, los médicos le preguntaron si manipulaba amianto, en febrero de 2016 le diagnosticaron asbestosis y en abril de 2018 le reconocieron la enfermedad profesional.

El trabajador explica que en su primera etapa en Metro se dedicaba al mantenimiento de las escaleras mecánicas, cuando las zapatas de freno y los pasamanos de las escaleras llevaban componentes con amianto, sin conocer los riesgos derivados de la manipulación de estas piezas. El trabajador precisa que, junto a sus compañeros, llegaron a ser unas 110 personas, taladraba, cortaba, lijaba y barría materiales con amianto, lo que desprendía un polvillo, sin que fuera consciente de la peligrosidad de estos elementos que estaba utilizando porque no tenía ninguna información. El empleado asegura que no tuvo conocimiento de un informe sobre la presencia de amianto en Metro de Madrid, que firmó en 2003 el responsable de Salud Laboral, Pablo Arranz.

A partir del año 2003, asegura que no fue informado de las localizaciones del suburbano donde había presencia de amianto, ni le facilitaron mascarillas o guantes, ni le ofrecieron un protocolo de actuación, en caso de encontrarse con este mineral. Señala, además, que tampoco recibió formación sobre la manipulación de elementos con riesgo de presencia de amianto, sino solamente sobre el mantenimiento de las escaleras mecánicas. “Ahora, sí”, asevera, se siente “maltratado” por la dirección de Metro por su falta de acción en el desarrollo de medidas preventivas para la salud de los trabajadores.

González Rollán confiesa que no ha recibido ningún tipo de apoyo de la compañía y que en los últimos cinco años la dirección le ha ofrecido la posibilidad de someterse a dos revisiones médicas relacionadas con el amianto.

En la comisión también ha comparecido Francisco Javier González Fernández, que fue director de Ingeniería, Mantenimiento e I+D de Material Móvil e Instalaciones de Metro en 2003, quien ha indicado que no conoce el informe sobre la presencia de amianto en Metro de Madrid de 2003. González expone que en 2003 técnicos de su departamento junto con los servicios de Salud, Prevención de Riesgos Laborales y Formación tomaron medidas para paliar los posibles efectos de la presencia del amianto en el material móvil, que tenían identificada gracias a la colaboración de los fabricantes de los trenes.

Entre 2003 y 2004, añadido el exdirectivo, se decidió “encapsular”, lo que concretamente suponía “darle un barniz”, a un componente eléctrico denominado “apagachispas”, para asegurar que las fibras de amianto no salieran con una potencial degradación. Con anterioridad, entre 1990 y 1992, se cambiaron las zapatas de los trenes para evitar el amianto por una recomendación de la Unión Internacional de Transportes Públicos (UITP), apunta. González explica que cuando entró a trabajar en Metro de Madrid en 1981 escuchó hablar del amianto, que “se utilizaba de forma masiva como aislante térmico y eléctrico y no había ni remota idea de que pudiera tener una influencia nociva sobre la salud”.

 

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