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13 octubre 2016

Viladecans protesta porque un 31% de los trenes de Rodalies pasan de largo

La ciudad es la más poblada entre L'Hospitalet y Sant Vicenç de Calders y, pese a ello, es la que peor servicio de Renfe recibe

Viladecans protesta porque un 31% de los trenes de Rodalies pasan de largo

FERRAN SENDRA

 

La estación de Viladecans, que este 12 de octubre cumple 25 años.

 

 

MARTES, 11 DE OCTUBRE DEL 2016 - 18:51 CEST

CARLES COLS / VILADECANS

Las incongruencias de la red de Rodalies de Renfe, una cuestión tristemente recurrente en la prensa, se explican a veces mejor con cifras. La ciudad más poblada entre L’Hospitalet y Sant Vicenç de Calders, la ruta que cubre la línea R2 Sur, es Viladecans. Por escaso margen, pero es la que mayor población censada tiene, 66.316 habitantes. Supera, por ejemplo, a Vilanova i la Geltrú, Castelldefels, El Prat y su vecina Gavà. Es, además, un polo empresarial en expansión. En breve abrirá sus puertas el Viladecans The Style Outlets. Se supone que los trabajadores deberían ir en transporte público, no en coche. Es lo que dice el sentido común y hasta los políticos. Y, sin embargo, la estación de Viladecans tiene la triste marca de ser la que ve pasar sin detenerse un mayor porcentaje de trenes. Un 31% de los convoyes pasan de largo. Los tiempos de espera son a veces exasperantes.

La estación de Viladecans es muy joven. Se inaguró un 12 de octubre de hace 25 años. Aquel fue un día de gran celebración, porque se subsanaba así un grave error cometido a finales del siglo XIX. Cuando sobre un plano se trazó el recorrido de la línea férrea se optó por una línea casi recta. Viladecans se quedó así fuera de órbita y, además, no protestó. Eso del ferrorcarril tal vez pareció entonces un engorro innecerario. La línea comenzó a funcionar en 1881 y durante décadas Viladecans era ese pueblo que quedaba tras los campos de cultivo, hasta que el 12 de octubre de 1991 se inauguró por fin la estación. Como anécdota queda que el primer tren que allí paró lo conducía la presidenta de Renfe, Mercè Sala, porque tanto le gustaban los trenes que hasta se sacó el título de conductor. Tenía fama de frenar con brusquedad, pero eso no estropeó la fiesta.

COMO UN APEADERO

Pasados 25 años, el alcalde Carles Ruiz reclama que se resuelva el ‘caso Viladecans'. Por la estación de su ciudad pasan cada día laborable 99 trenes en sentido norte y otros 99 en sentido sur. De los primeros, 33 no se detienen a recoger pasajeros. De los segundos, 28 tampoco lo hacen. Eso pone a Viladecans a la altura de apeaderos como el del Garraf o el de Castelldefels-Platja. En el resto de ciudades, lo común es que paren el 100% de los trenes de Rodalies.

Según Ruiz, la excusa de Adif y de la Generalitat es que como se trata de una línea ya a un paso de la saturación, cualquier incremento en el número de paradas que efectúan los trenes provocaría nuevos retrasos, que se sumarían a los que ya son frecuentes. El argumento de que Viladecans ha crecido en población y, sobre todo, en actividad empresarial, no ha sido suficiente para decantar la balanza. “El problema a medio plazo será peor -avisa el alcalde-, porque de momento solo está ocupado entre un 15% y un 20% de las superficie reservada para actividad empresarial”. La inauguración del gran ‘outlet’ del Baix Llobregat solo será un primer paso.

TIEMPOS DE ESPERA

Los grandes perjudicados son, evidentemente, los trabajadores y los vecinos de Viladecans, a los que en la práctica se obliga a tener coche y usarlo. En días laborables y a determinadas franjas horarias, la espera entre un tren y el siguiente puede ser de hasta 20 minutos. En el resto de ciudades de la misma línea la espera máxima es de 12 minutos, una cifra impropia también de lo que debería ser un servicio de Rodalies con vocación de metro, pero al menos más aceptable. La situación es peor los fines de semana. Se reduce el tráfico en la R-2, de modo que en Viladecans para solo un tren cada media hora.

Las soluciones posibles son varias. La ideal sería la mejora de la infraestructura, en concreto la finalización de la variante de Vandellòs, que aunque cae lejos permitiría gestionar de otro modo los trenes de largo recorrido y aliviaría la congestión de Rodalies. La otra solución es más económica pero requiere más valentía. Pasa por aceptar reducir el número de paradas en otras ciudades menos pobladas en beneficio de Viladecans.

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