Un tren de Rodalies Renfe en la estación Clot Aragó.

LUNES, 19 DE SEPTIEMBRE DEL 2016 - 08:08 H

 Johanna Rodriguez Coto

Me gustaría contar mi historia, aunque sé que no servirá para mejorar nada. Estamos en un país al que, por desgracia, aún le falta mucho para ser accesible a personas que van en silla de ruedas, como es mi caso.

El pasado mes de agosto me encontraba pasando unos días de vacaciones en Castelldefels, cuando decidí ir en tren a Sitges a pasar el día. Empezó mal la tarde cuando ya tuve que esperar en la estación mientras pasaban cuatro trenes sin rampa. Finalmente, y gracias a la ayuda del guardia de seguridad y varias personas, tuve que coger un tren no adaptado con los problemas que eso comporta para una persona que apenas puede sostenerse de pie.

Ya en la estación de Sitges me encuentro que el ascensor que me ha de bajar para poder salir a la calle no funciona. Tras varias llamadas a Renfepor parte del guardia de seguridad y de mi mujer, recibo como respuesta que su única solución es que coja un tren hacia la siguiente parada y allí dé la vuelta, que me quede en la estación y que, sobre todo, antes de viajar me informe bien del tren que tiene rampa (cuando momentos antes en la estación de Castelldefels me habían dicho que no disponen de este servicio).

La llamada al 112 tampoco me soluciona el problema pues el policía local que atiende la llamada afirma que él no puede hacer nada. Me dispongo a coger el tercer tren que pasa por la estación y que sí que está adaptado, y en ello estoy, cuando el maquinista cierra las puertas del tren y el brazo de mi mujer queda atrapado y a mí me deja en tierra cuando estábamos intentando subir. Después de lo sucedido, acusaron a mi mujer de irresponsable por intentar subir cuando la señal acústica indicaba que las puertas se cerraban, aunque cuando iniciamos el intento de subir, aún no se oía la señal.

Sé que nada se puede hacer ya, solo deseo que nadie tenga que pasar por esta situación.