TRENEANDO

Los trenes de la vergüenza

 
 
 
 
 
 
 
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Hay imágenes que nos sacuden. Fotos como la del niño de tres años muerto en la orilla de una playa (dicen que se llamaba Aylan) chocan en nuestras retinas. Pero también resultan impactantes esas fotografías y vídeos con cientos de refugiados en la estación Budapest Keleti. Se aferran a esos trenes como su única salvacación camino de una Europa que se niega a recibirlos. Los trenes abandonan la estación hacia ninguna parte. ¡Qué lejos queda Europa!

A empujón limpio, casi en una lucha constante, cuerpo a cuerpo, cientos de inmigrantes intentan subir a los pocos trenes que anuncian su salida hacia Alemania. Dicen que van el paraíso; ese lugar que les permita volver a empezar; lejos de su tierra, pero a resguardo de las bombas que han destruido sus viviendas. No saben, no les importa, que aún les queda mucho camino para encontrar la paz. Que en ese paraíso no van a ser recibidos con los brazos abiertos. Aunque es a bordo de esos trenes, donde comienzan a vislumbrar que elfuturo inmediato no es rosa, sino gris.

Hubo un tiempo en que quienes perseguían el paraíso eran europeos. Durante las dos contiendas mundiales, miles de personas buscaban en los trenes la salvación. Sabedores del avance imparable del enemigo, antes de que las bombas lo hicieran imposible, los que podían (o se atrevían) iniciaban un inquietante viaje a lo desconocido. Con lo poco que conseguían sacar de sus casas, emprendían el camino de la salvación. Y se subían a los trenes de la esperanza.

Esos mismo trenes, muy parecidos a aquellos de hace un siglo o de los años 40, protagonizan ahora la imagen de la vergüenza. Ya no es inseguro el porvenir; es dudosa incluso la próxima hora. Y la salida del convoy no garantiza la llegada al destino. Como ocurrió ayer mismo con el tren regional que salió con cientos de refugiados de Budapest Keleti hacia la frontera con Austria. Si ya fue dura la pelea por subir al convoy y ocupar uno de sus cotizados espacios, más cruel fue el trance de ver cómo se detenía en Bicske. Varado casi en la mitad de la nada, en una creciente tensión.

La policía húngara intentó bajar a los 300 refugiados, en su mayoría sirios, que viajaban en el tren para trasladarlos en autobuses a un centro de acogida no especificado. Pero muchos de los inmigrantes comenzaron a protestar, porque no querían ir a un campamento. Después de varios intentos fallidos, la policía desistió y los refugiados se subieron de nuevo al tren. La policía húngara regresó al lugar con decenas agentes y con una veintena de vehículos, entre ellos autobuses. Muchos de los 300 refugiados protestaron contra la medida, gritando“No camp! No camp!” (No al campamento).

El tren había partido abarrotado de refugiados, a las 11.18 hora local (09.18 GMT), de Budapest hacia la ciudad de Sopron, en el noreste de Hungría, junto a la frontera con Austria. A las 16.30 hora local (14.30 GMT) el tren seguía en Bicske y la policía empezó a llevarse los refugiados en pequeños grupos, en un primer transporte a 4 personas, supuestamente al campamento situado en la localidad, informó el portal hvg. Algunos refugiados trataron de huir y salir corriendo de la estación, pero la policía los llevó de vuelta al tren , agrega el portal informativo “index”.

La policía húngara prohibió a los periodistas permanecer en los andenes de la estación, donde se produjeron varios forcejeos entre agentes y refugiados. La noticia corrió como la pólvora. Los refugiados que permanecían en Budapest esperando a un nuevo tren hacia Sopron ya no quisieron subir.

Otro tren salió cerca de las 15.00 hora local (13.00) de Budapest y tenía previsto llegar en los próximos minutos a Györ, una ciudad situada a medio camino entre Budapest y Viena. Allí, medio centenar de policías se han colocado en el andén, y han bajado a 80 refugiados, informa “index”. Europa parece haber olvidado que hubo un tiempo que necesitó los trenes para huir del horror y la muerte. ¡Vergüenza!

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