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18 junio 2015

Trenes más lentos que hace diez años

  • Conexiones para las que se necesitaban 55 minutos hace una década tardan ahora en completarse una hora y diez minutos

     

     

    ASER FALAGÁN

     

     

    El escaso -a veces nulo- mantenimiento de la vía y la obsolescencia del material son los grandes culpables de los retrasos de Feve, que con unos trenes cada vez más lentos ha tenido que alargar de nuevo los tiempos de viaje oficiales para cumplir los horarios. No es la primera vez que ocurre. Hace aproximadamente una década, las líneas Santander-Cabezón de la Sal y Santander-Liérganes (las dos conexiones de cercanías de vía estrecha) se podían completar en 55 minutos en los trenes semidirectos. Ahora son necesarios 70, con lo que el ferrocarril de vía estrecha, lejos de haber mejorado, es un 27% más lento.

    Maquinistas, trabajadores de otras áreas y el comité de empresa de Renfe (firma que absorbió a Feve, convertida ya en solo una marca comercial) coinciden tanto en el diagnóstico como en las causas: no se ha invertido en mantenimiento del firme, ni en vías ni en catenaria; las máquinas se han quedado obsoletas y los talleres, que han visto reducido su presupuesto y personal, tampoco pueden hacer demasiado por mejorar la situación.

    «Las vías por las que circulamos son las mismas que hace veinte o, en algunos casos, cuarenta años y prácticamente no se han tocado», se lamenta el maquinista Manuel Celis antes de recordar que «no se ha hecho un bateo periódico y lógicamente la vía se deteriorando». Además, denuncia que «el material está obsoleto por la falta de inversión».

    Más crítico aún se muestra el presidente del comité de empresa, Manuel Gándara: «Todo está obsoleto: la vía, el firme y la catenaria. Con las máquinas pasa algo parecido. Son de lo más moderno que tenemos en Feve y de todas formas ya se han quedado antiguas». «El Estado ha abandonado la vía estrecha -denuncia el representante de los trabajadores- y llevamos sin un mantenimiento adecuado desde que empezó la crisis económica».

    «Antiguamente se tardaba 55 minutos entre Santander y Cabezón de la Sal o Liérganes -aunque la web de Feve calcula aún este último viaje en 44 minutos-, luego pasamos a una hora, después a una hora y cinco y ahora se tarda hora y diez», se lamenta otro trabajador de Renfe, Sergio Tamayo: «Las máquinas tienen potencia para circular a 80 kilómetros por hora, pero el estado de las vías no se lo permite en muchos tramos. Para recortar tiempos habría que arreglar las vías».

    Tamayo reconoce que «el trazado también influye, y hay curvas muy cerradas que se han mantenido así porque no había posibilidad de corregirlas», pero achaca fundamentalmente la cada vez mayor lentitud de los convoys al mal estado de las vías, que «llevan unos cuantos años sufriendo la falta de inversión». Entre otros motivos, porque «el AVE se está llevando todo el presupuesto ferroviario», se lamenta Tamayo. En conclusión, trenes que pese a su obsolescencia podrían circular a 80 kilómetros por hora deben hacerlo a 40 o 50 en muchos de los tramos. Celis destaca el comprendido entre Solares y Liérganes, en el que la velocidad está limitada a 50 kilómetros por hora «y a menos todavía en algunas zonas». En Cabezón de la Sal existe un tramo limitado a 30, y también la conexión entre Puente San Miguel y Casar resulta especialmente lenta, según señala el maquinista.

    Doble vertiente

    La propia Renfe admite el problema con la red y la falta de mantenimiento, si bien rechaza que la ralentización tenga nada que ver con el estado o edad de las máquinas. Una postura entendible si se tiene en cuenta que el trazado ferroviario depende de Adif, pero no así locomotoras y vagones, que sí son responsabilidad directa de la firma. Además, desde el accidente de Santiago se han incrementado aún más las medidas de seguridad, principal prioridad de la compañía, lo que a su vez ha obligado a los maquinistas a circular con más limitaciones, en especial en el tramo de Cabezón, que sufrió un argayo. Tras la intervención en este tramo y el levantamiento de algunas prevenciones, el comité de empresa considera que se podían haber intentado mantener al menos los anteriores horarios, cinco minutos más rápidos. No comparte su criterio la empresa, que prefiere blindarse ante posibles nuevos retrasos, y la conclusión es muy sencilla: los trenes de cercanías de Feve son un 27% más lentos que hace aproximadamente una década.

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