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11 agosto 2014

El Xiringüelu: fiestón y final caótico en un tren de regreso

El Xiringüelu congregó a 14.000 personas en Salcéu y la Guardia Civil intervino ante «un grave problema de orden público» en un tren de vuelta a petición de Feve

El convoy tuvo que ser desalojado y algunos jóvenes tuvieron que ser atendidos presas de la ansiedad en el intento de salir

Miguel rojo / Fernando del busto

  • pravia

 

Hace años que el Xiringüelu dejó de ser una fiesta de Pravia para convertirse en una de las grandes romerías de Asturias, como ayer volvió a demostrarse con sus algo más de 14.000 participantes, según las estimaciones de la Cofradía de El Xiringüelu. Sin embargo, el final no fue lo pacífico que se hubiese deseado. La Guardia Civil tuvo que intervenir en un tren de Feve que regresaba hacia el centro de Asturias tras la fiesta. A la altura de Santiago del Monte, ante lo que la compañía ferroviaria consideró «un grave problema de orden público», avisó a las fuerzas del orden y, por precaución, a las asistencias sanitarias. Según explicaron a LA VOZ DE AVILÉS-EL COMERCIO, los pasajeros cometieron toda una serie de «actos vandálicos» en el convoy, activaron los frenos de emergencia, hicieron saltar las alarmas y, más tarde, hasta llegaron a amenazar al maquinista.

Ante lo que Feve consideraba una situación «fuera de control», y tras pedir asistencia, el tren estuvo detenido al menos dos horas, pues los técnicos de Feve debían comprobar que el tren estaba en condiciones de continuar. Algunos jóvenes aseguraron haber llegado a su casa tras cuatro horas de viaje.

El tren desalojado, una imagen publicada por los pasajeros en las redes sociales del interiores del tren y jóvenes en la carretera esperando para ser recogidas.El tren desalojado, una imagen publicada por los pasajeros en las redes sociales del interiores del tren y jóvenes en la carretera esperando para ser recogidas.

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El tren desalojado, una imagen publicada por los pasajeros en las redes sociales del interiores del tren y jóvenes en la carretera esperando para ser recogidas. / Sergio López / V. Agüero

Un final complicado para una jornada en la que lo realmente importante debería haber sido ser la diversión, la alegría, los miles de litros de sidra, calimocho, cerveza y bebidas blancas de los que se dieron cuenta a las orillas del río Nalón a lo largo del campamento con 135 casetas instaladas y donde llegaron participantes de toda la región.

Según contaban algunos viajeros, el viaje parecía «una película de indios», con pasajeros muy exaltados.

En un momento dado, el tren se detuvo y, tras media hora parados –ellos creen que el conductor lo hizo por precaución ante la situación que se estaba viviendo– hubo gente que empezó a sentirse mal y a tener ataques de ansiedad. Según estos viajeros, fue entonces cuando intentaron abrir las puertas para salir, pues «hacía mucho calor», y el SAMU tuvo que atender a algunos de ellos. El tren fue desalojado y los viajeros –incluidos los 90 que estaban en la estación de Pravia esperando por otro tren– fueron trasladados a lo largo de la noche en taxis y otros vehículos. Muchos llamaron a sus familiares para que fuesen a buscarlos.

En la historia del Xiringüelu, la de este año fue la primera edición en la que la Cofradía introdujo diferentes cambios para tratar de organizar lo que, por definición, es un desmadre. Un esfuerzo que lograron superar con nota más que alta, y que se ve empañado por la actitud de algunos vándalos. El aparcamiento, impecable, con personal velando para que las ambulancias dispusiesen siempre de espacio para salir y capacidad de sobra para todos los vehículos particulares. Las normas sobre las casetas generaron diferentes contraversias. La prohibición de las dos alturas fue asumida de forma mayoritaria. Tan solo dos casetas se superaron ese límite. La limitación de la madera como único material constructivo también fue asumido con normalidad. Más rechazo motivó la organización del sorteo de las parcelas y su asignación. De igual manera, no gustó la prohibición de la música amplificada.

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