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9 noviembre 2018

Trinidad Perdiguero

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El mito de la intermodalidad

Usar más de un medio de transporte público no es operativo para el grueso de los trabajadores

 

07 Noviembre, 2018 - 02:30h

Soy de esas personas a las que les gustaría que la intermodalidad en el transporte público funcionara, por el convencimiento de que el tándem un adulto-un coche es insostenible desde el punto de vista ambiental y de las infraestructuras y por un interés particular: tengo carné de conducir pero miedo a ponerme al volante. Me muevo con tres tarjetas de transporte (de Tussam y del Consorcio Metropolitano), varias aplicaciones de móvil (autobuses, Renfe, Renfe Cercanías...) y usé Sevici. Con ello, más un gasto en taxi que asumo y algún auxilio, me he plantado en muchos municipios de Sevilla. Sé de lo que hablo.

Pero sólo el hecho de que la base de operaciones de mi trabajo esté en el centro de la ciudad me permite vivir sin coche. No es que en la Gran Sevilla sea imposible moverse usando más de un medio transporte -la intermodalidad-, es que no es operativo si hay que cumplir con un horario laboral y con obligaciones familiares. Habrá quien pueda, porque viva a menos de diez minutos a pie de una parada de Metro o de Cercanías o en el centro, ya que el diseño del transporte público sigue siendo radial sobre todo. Pero las circunstancias y el mercado ya no hacen posible elegir el lugar de residencia en función del voluble puesto de trabajo.

Pondré algunos ejemplos. Marta es una estudiante de la Universidad Pablo de Olavide que vive en Pino Montano. Cogía las líneas 12 y C1 de Tussam y el 38 o el Metro y empleaba hora y media en llegar a su facultad. Es casi lo que duraba el viaje en tren de Sevilla a Antequera antes de que las riadas lo dejaran en el aire. Hasta con la nueva lanzadera Línea Norte de Tussam (todo un avance, por cierto), la intermodalidad le lleva dos horas entre la ida y la vuelta. Con el coche tarda 15 minutos en cada recorrido. ¿Y nos preguntamos por qué los vehículos colapsan los accesos a Sevilla?. El sistema aboca al coche a quien pueda permitírselo.

Apostar por la intermodalidad (un autobús de Tussam, otro del Consorcio) para llegar puntual a una cita a las 10:30 en Alcalá de Guadaíra o Coria supone tener que iniciar el viaje a las 9:00. Hay que sumar tiempos de espera, recorrido e incidencias por el tráfico. Mientras que tengan que competir con el vehículo particular, los autobuses no son alternativa. Si llueve, mejor no intentarlo.

Es lo que hace que los autobuses metropolitanos los llenen principalmente estudiantes, jubilados, personas que se desplazan por compras o empleos precarios. En Cercanías sí se ve a profesionales: abogados que bajan en San Bernardo o sanitarios que acceden al apeadero del Hospital Virgen del Rocío, entre otros. El medio triunfa si es rápido, con paradas en zonas estratégicas y si se tiene cerca. La fórmula está inventada.

También hay ese perfil de viajero por motivos laborales en el Metro, aunque diez años después de arrancar no se haya colocado la pasarela que permita llegar a pie desde Ciudad Expo al PISA, el parque empresarial al que la línea 1 podría conectar. Las soluciones al problema de la movilidad en Sevilla van tan lentas como la intermodalidad.

 

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