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Vallas en la centenaria estación de Almería

 
 
 
 
 
 
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La fachada de la elegante estación de Almería ya tiene actividad. Y, al parecer, comienzan las obras: además del vallado perimetral, se ha colocado un tubo para desescombrar y se ve a operarios en la zona. Los obreros llegan casi dos meses después de que Adif y el Ministerio de Fomento anunciaran el inicio de las obras de rehabilitación de la antigua estación del ferrocarril con la firma del acta de replanteo.

La empresa Tragsa se hace cargo de las obras costeadas a través del 1,5% Cultural. En los próximos once meses -trece inicialmente- se actuará en la restauración de las fachadas de la estación, incluyendo la reparación de carpinterías de madera, cerrajerías y carpinterías metálicas. Se invertirán 1.725.867 euros y otros 170.000 euros correspondientes a la dirección de obra.

Está previsto que se rehabiliten las cortinas vidriadas y la estructura metálica del cuerpo central de la estación. Con estos trabajos se pretende que el edificio construido entre el año 1893 y 1895 diseñado por el arquitecto francés Laurent Farge siguiendo el estilo de la arquitectura del hierro, aunque con aportaciones eclécticas, recupere todo su esplendor para incorporarse al nuevo uso como contenedor cultural que se le ha previsto para esta nueva andadura en el siglo XXI. Las cubiertas, tanto las laterales como la central, también se someterán a un proceso de reparación en el que se incluyen un sistema de evacuación de aguas y sustitución de sumideros y bajantes.

Este edificio histórico, cuyo expediente para ser catalogada como BIC lleva años en tramitación sin llegar a término, ha sufrido graves desperfectos desde que se apostara por la Estación Intermodal para la llegada de los viajeros a Almería por tren.

Almería fue la última capital andaluza en alcanzar el ferrocarril, pensando en sus inicios más para el transporte de mineral que para el tráfico de pasajeros. La estación se asienta sobre una especie de plataforma para evitar las avenidas periódicas de agua por las ramblas que atraviesan la ciudad hacia el mar, del que se sitúa tan solo a 8,28 metros.

La fachada de 54 metros tiene un cuerpo central rematado por una marquesina metálica de forma piramidal y revestido de cristal sobre los bastidores en los testeros de ambos extremos. La Guerra Civil afectó a la integridad del edificio, pero la remodelación efectuada en 1988 permitió resaltar algunos de sus elementos característicos e históricos. Así, el reloj sobriamente enmarcado en labor de hierro, las carenas acristaladas en el interior de vestíbulo y un mural cerámico de Francisco Cañadas.

Estas obras permitieron esclarecer el origen de la firma constructora de la cubierta metálica, que lleva el sello de Fives-Lille. También son propios de esta construcción los azulejos de la facha principal donde se repite la ‘A’ con el típico grafismo vasco en forma de txapela, lo que se considera un aporte de los artesanos de las tierras del Norte. Sin lugar a dudas, es uno de los edificios más singulares de la arquitectura ferroviaria de entresiglos y uno de los conjuntos más impactantes que se conservan en nuestro país.

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