Es verdad que se está perdiendo el espíritu navideño. Comentaba con un amigo que, salvo excepciones, hasta las luces públicas en estas fiestas representan dibujos y combinaciones mil, para evitar la estrella, los Reyes Magos o el nacimiento de Jesús. Incluso en los christmas se buscan mil subterfugios para no incluir los personajes tradicionales. Y contagiados quizás por ese falso ambiente, algunas personas se comportan como si estuviéramos en verano en vez de actuar con el citado espíritu navideño, apoyando por ejemplo la unión de las familias en estas fechas.

 

 

Balearia

 

 

Nuestro primer personaje de este cuento navideño basado en hechos absolutamente reales, es una estudiante ceutí de 15 años y nacida en Ceuta, llamada Daniela. Llegó a Madrid el día 22 de diciembre por la mañana pero se había levantado a las cinco de la madrugada para tomar el avión en Irlanda, donde cursa sus estudios.

Después de metro, taxi y tren, llegó por fin a Algeciras para viajar en el barco a Ceuta, donde le esperaban sus padres y demás familia, a fin de celebrar la Navidad todos juntos.

Nuevo taxi en Algeciras y acceso a la primera planta para tomar el barco de las de las diez menos cuarto de la noche tras la correspondiente cola, porque había en Balearia mucha afluencia de viajeros. Cuando pasado el tiempo de espera llegó por fin al control donde debían comprobar su localizador en el teléfono, le pidieron el Certificado de Residente y ella lo enseñó también en una foto del teléfono como el localizador.

Le dijeron que no era suficiente y que debía volver abajo a conseguir la tarjeta de embarque, dando paso al siguiente viajero. Intentó explicar su situación a la empleada de Balearia pero ésta fue inflexible y la mandó a la ventanilla del piso inferior para hacer los trámites, todo a una estudiante que había nacido en Ceuta, en vísperas de navidad, pero que tenía el certificado en el teléfono. No había solución.

La joven Daniela inició una nueva carrera tirando de la maleta y, tras bajar por las escaleras mecánicas cruzó el amplio salón, poniéndose en una larga cola. Sin embargo, antes de que le tocara el turno en la citada fila, habían cerrado la venta de ese barco. Llamó a su casa y los padres no podían creer que esto ocurriera y más siendo Navidad.

Daniela esperó pacientemente al barco de las once y media de la noche y llegó a su casa pasadas las 01:30 de la madrugada, tras más de 20 horas de viaje, pero dispuesta a descansar para al día siguiente saludar a los amigos y disfrutar después de una cena en familia.

Para quién no esté familiarizado con el tema, el Certificado de Residencia es un anacrónico documento que caduca cada seis meses y sirve para que un ciudadano pruebe que reside en la Ciudad de Ceuta. Hasta Hacienda permite las declaraciones como residente en principio sujeto a comprobación posterior en su caso, pero el residente aún nacido en Ceuta y viviendo toda su vida aquí, debe probar reiteradamente su condición de residente.

Evidentemente no existió en Balearia espíritu navideño, algo intangible pero muy importante.

 

 

“Daniela esperó pacientemente al barco de las once y media de la noche y llegó a su casa pasadas las 01:30 de la madrugada, tras más de 20 horas de viaje”

 

 

Renfe

 

 

Inés, también estudiante ceutí de 22 años que está pasando el curso en la Universidad de Cincinnati en Estados Unidos, llegó el mismo 22 de diciembre al aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid, para seguir viaje a Ceuta. Cuando pasó todos los controles, cogió el Metro para llegar al centro donde hacer una gestión y después un taxi a la Estación de Atocha, pero calculó mal y, al llegar empujando su maleta, el tren a Algeciras de las tres de la tarde había salido ya.

Desolada, se acercó corriendo a la ventanilla de venta de billetes para sacar uno nuevo del día siguiente por la mañana. Le atendió en taquilla una señora, informándole que esa combinación estaba completa desde varios días atrás, por ser estas fechas de diciembre las que más demanda tienen. Inés le explicó a la atenta empleada de RENFE que estaba intentando llegar a casa para la cena de Nochebuena, pero que no le iba a ser posible. Incluso se encontraba sin batería en el teléfono para intentar la búsqueda de una combinación alternativa.

Ante la imposibilidad de conseguir una conexión con Algeciras por RENFE, se sentó en un banco que había frente a la ventanilla y puso la cabeza entre las manos como señal de desesperación. Fue entonces cuando la responsable de la taquilla la llamó para decirle que comprendía su problema, que ella tenía una hija de su edad y que le había buscado por sus medios una combinación de autobús a Algeciras esa noche, con lo que llegaría al puerto el 23 por la mañana. Inés aceptó encantada, dio las gracias muy efusivamente a la atenta empleada de RENFE y salió corriendo para pasar las horas restantes cerca de la Estación de Autobuses.

A las 11:30 de la mañana del día siguiente, en un rápido y puntual barco de FRS llegó al puerto de Ceuta, donde le esperaban sus padres que, gracias a Dios, no le reprocharon en ningún momento haber perdido el tren.

No cabe duda que la actitud de la empleada de RENFE donde primó el espíritu navideño, contrasta con la negativa rotunda de la responsable de Balearia que, falta de espíritu navideño y seguro que cumpliendo órdenes estrictas de su compañía, negó el acceso a Daniela porque, viniendo desde Irlanda, tenía la absurda documentación de residente en el teléfono. Las dos caras de un cuento de Nochebuena que sucedió en la realidad.

Felices fiestas y próspero año nuevo a todos los lectores de El Faro de Ceuta.