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24 octubre 2017

CÓDIGO PUK

Ferrocarril vs mar

El puerto de Palma. ALBERTO VERA
 
 

Llamo a mi compadre Manolo Gómez, presidente de la asociación de amigos del museo marítimo, para pincharle: «Oye, ¿has visto que van a invertir más de cuatro millones de euros de la ecotasa en un museo del ferrocarril en Son Servera y ni un euro en el museo marítimo de Palma?». «Te refieres al que no existe, supongo», responde presto. Me refiero exactamente a ese: al museo marítimo que no tiene la isla de Mallorca.

 

 

Manolo, que es hombre templado y a la fuerza paciente, como buen modelista naval, se lo piensa antes de añadir: «Yo creo que deberían priorizar el nuestro, aunque sólo sea porque nos lo prometieron hace 42 años y porque el primer ferrocarril y sus raíles arribaron a la isla en barco». No sólo el tren. Los que nos hacemos llamar mallorquines vinimos a esta roca navegando -al parecer desde lo que actualmente es Denia, mucho antes de que existieran España o Cataluña- y aún hoy, a pesar de dos milenios de avances tecnológicos, el 98% de lo que consumimos los isleños nos sigue llegando a través del mar.

¿Por qué, pues, esta obstinación, compartida por todos los gobiernos desde la llegada de la democracia, en retrasar sine die la puesta en marcha de un equipamiento cultural tan obviamente conectado a nuestra historia? Manolo piensa que los políticos no perciben un interés real de la sociedad (por lo general insensible al patrimonio) y, en consecuencia, no le dedican al asunto ni una minúscula porción de su tiempo. Un museo no da votos, y menos aún si está dedicado a ese mar que, según la arraigada creencia popular, fa forat i tapa. El catedrático Román Piña Homs nos confirma que la historia balear, plagada de cruentas invasiones, «se ha edificado con el mar como adversario», lo que podría tal vez explicar el recelo que genera el olor del salitre no sólo entre la población, sino especialmente en la clase política.

La falta de una demanda social mínimamente perceptible no da respuesta, sin embargo, a que el Pacte haya optado por dar salida, a través de una partida presupuestaria más que considerable, a un muy legítimo y seguro que interesante museo del ferrocarril en la localidad de Son Servera, dejando para mejor ocasión la creación del marítimo en la capital. El Govern sabrá las razones de esta decisión que, desde luego, no atiende a la relevancia histórica de las temáticas enfrentadas. A mí se me escapan, aunque conociendo cómo se las gastan los políticos a la hora de gastar el dinero del contribuyente (en este caso de los turistas, pero también de los residentes) sólo se me ocurren dos razones: la barcofobia propia de la izquierda balear o que alguien ha pensado que el museo del tren sí da votos.

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