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26 diciembre 2013

“Con el Alvia, en Urgencias trabajamos por primera vez en silencio”

Carmen Varela, jefa de Urgencias del hospital, recuerda cómo gestionó la catástrofe

Sin la ayuda de sanitarios, heridos y familiares, dice, no hubieran podido atender a la gente


Santiago 23 DIC 2013 - 17:20 CET

 

Carmen Varela en el Hospital de Santiago / ÓSCAR CORRAL


La noche del 24 de julio, cuando comenzaban a llegar las primeras noticias de que un tren que viajaba desde Madrid había sufrido un accidente a pocos kilómetros de la estación de Santiago de Compostela, la jefa de Urgencias del hospital de la ciudad comenzaba a organizar a todo su personal para recibir a cientos de heridos. “Recuerdo la llamada de los servicios de emergencia como si fuera ayer. Me dijeron que había un alta probabilidad de que tuviéramos que atender a muchas personas porque el accidente había sido terrible”, afirma Carmen Varela. Empezó en ese momento un turno de 30 horas para la doctora de 54 años, especialista en medicina interna, que tuvo que ocuparse de diez heridos de los más de 100 que pasaron por el departamento que dirige desde el 2007.

El accidente, la tragedia ferroviaria más grave de los últimos 40 años en España que dejó 79 muertos y más de 140 heridos, se convirtió en un ejemplo de coordinación de los trabajadores del hospital. Tras la llamada que recibió la doctora Varela, que se convirtió hace más de seis años en la primera mujer al frente de este servicio del principal hospital de la ciudad, el centro activó un protocolo que hasta ese momento solo habían conocido en sesiones de formación. “Preparados siempre estamos porque te sabes la teoría, pero nunca esperas algo así”. La primera orden que dio fue que ningún médico abandonara su puesto de trabajo aunque terminara su turno y que empezaran a despejar camas. La sorpresa que recibió la doctora fue que buena parte del personal que estaba librando comenzó a acercarse voluntariamente al centro para ver si necesitaban ayuda. “Eran las tres de la mañana. Me encontré con una caja de gasas y me di cuenta de que aunque no viera a la gente, estaban allí reponiendo material, ayudando a las familias”, recuerda Varela, que insiste en que si esa noche todo funcionó fue porque el hospital se volcó.

“Lo primero que hice fue retener al personal, pedirles a todos, que terminaban su turno a las diez, que no se marcharan. Se prepararon muchos sitios para poder hacernos cargo del gran volumen de afectados. Después despejamos los pasillos”, explica. En el centro aparecieron cirujanos, digestólogos, neurólogos… todos dispuestos a echar una mano. Mientras ellos se preparaban, en el lugar del accidente los servicios de emergencias asignaban la gravedad de los heridos. Los quirófanos esa noche echaron chispas porque los viajeros que llegaban necesitaban muchas intervenciones y todas se realizaron. "Siempre nos dicen que este trabajo es muy estresante, guardias de 24 horas, de rutina... pero existe un componente de excepcionalidad que nos hacen soltar mucha adrenalina y ponerlo todo a funcionar", afirma la doctora, que reconoce que si aguanta todo este esfuerzo es porque le gusta este ritmo.

Cinco meses después de la tragedia, Carmen Varela está convencida de que el hospital sí que estaba preparado para afrontar una catástrofe de tal gravedad, pero reconoce que parte de la enorme ayuda con la que contó se debió a que el descarrilamiento tuvo una amplia cobertura mediática. “Es evidente que si volviera a ocurrir algo parecido haríamos todo mucho más rápido. Aquella vez sabíamos el protocolo pero no lo habíamos puesto en práctica; ahora se haría de manera más eficaz”, precisa.

De aquella larga noche, se queda con el apoyo que recibió de sus compañeros y sobre todo con el respeto con el que los pacientes y familiares trataron a los médicos. “Normalmente, los pacientes y sus familias siempre están reclamando información, pero ese día también fueron solidarios. Había mucha gente con heridas muy graves pero estaban callados y nadie protestaba: sabían que teníamos mucho trabajo, que estábamos dando todo por salvar vidas y nos apoyaron con su silencio”.

 

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