Pilar Careaga, que después sería alcaldesa de Bilbao entre los años 1969 y 1975, era en 1929 estudiante de Ingeniería Industrial en Escuela de la capital vizcaina y en el marco de sus prácticas obligatorias de conducción de locomotoras en el último curso de su carrera se convirtió en la "primera maquinista española".

(26/12/2003) El número 59 de la revista “Estampa”, correspondiente a febrero de 1929 dedicaba un amplio reportaje gráfico y literario al hecho, entonces insólito, protagonizado por Pilar Careaga, joven bilbaína de 20 años, hija del Duque de Cadagua, “de familia aristocrática y opulenta” estudiante de último curso de ingeniería industrial, de conducir una locomotora como parte de sus prácticas de último curso.

Un reportero y un fotógrafo de la revista acompañaron en uno de sus viajes a la joven maquinista en una 4.700 de la Compañía del los Caminos de Hierro del Norte de España que desde la madrileña estación del Norte rindió viaje al País Vasco. La crónica de ese viaje, trufada de opiniones de la estudiante que entre 1969 y 1975 sería alcaldesa de Bilbao, refleja también el estupor de viajeros y observadores ante “una mujer que guía locomotoras”.

Pero para Pilar Careaga la locomotora era más que una simple máquina, no en vano la mecánica fuera su vocación desde los trece años, edad a la que decidió estudiar industriales. Con su traje ferroviario y equipada con gafas para evitar la carbonilla en los ojos, Careaga hacía una alegato a favor de las 4.700, “¡qué simpáticas son!... Son admirables... ¡Tan sufridas!... ¡Tan valientes!... ¡Tan trabajadoras!... Son una preciosidad”.

Ante la sorpresa y la sorna del reportero, la maquinista se pregunta por que puede considerarse absurdo que se tome afecto a una máquina, “¿no hay gentes que se encariñan con caballos, con perros, con gatos?... pues una máquina buena y trabajadora a mí me parece que es tan interesante, por lo menos, como esos animales...”

Jugadora de tenis –“el golf nunca. Es un entretenimiento para señores de edad”- y apasionada por las matemáticas, el algebra, la física y sobre todo las matemáticas se vio rodeada durante el viaje de sorpresa y admiración de hombres y mujeres, viajeros o paseantes por las estaciones.

Y esas “chicas de la estación” que bisbiseaban “¡Es una mujer!”, le sugieren una última reflexión al pregunta del reportero sobre “¿como será el mundo dentro de algún tiempo, cuando todas la mujeres sean aviadores, policías, ingenieros, médicos ...Cuando el amor se acabe del todo?”: “Creo que, al principio, hasta que concluyan sus estudios y se coloquen en sus profesiones, o pongan en marcha sus empresas, claro que las mujeres no podrán pensar en casarse; porque, al empezar, es cuando hay que trabajar de firme. Pero luego... creo que si, aunque tendrán que descuidar un poco sus tareas profesionales.” Otros tiempos.

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