El recorrido en tren entre Monforte y Ourense no es de los más rápidos de Galicia, pero sí de los más bonitos. Después de Canaval, la línea férrea se adentra en la casi selvática vegetación del cañón del Cabe y después de Os Peares se abre a los paisajes apacibles del Miño. Los paisajes son espléndidos, pero la orografía complica el recorrido y alarga los tiempos de viaje. El último intento por reducirlos acaba de cumplir cuarenta años. Fue la ampliación del puente sobre el Cabe entre las estaciones de Areas (Sober) y Santo Estevo (Pantón). Las obras se llevaron a cabo en agosto de 1977 y supusieron un reto de ingeniería considerable.

Entre Canaval y Santo Estevo la vía tiene que salvar un desnivel del 15% con dos curvas consecutivas cerradas y de sentido inverso. El resultado de esa combinación es que los trenes no podían circular por aquí a más de treinta kilómetros por hora. A finales de los años 70, la única solución al alcance de los presupuestos de Renfe y capaz de mejorar un poco las velocidades en este tramo pasaba por elevar unos metros la altura de este puente.

Las obras se llevaron a cabo en solo quince días durante el mes de agosto, aunque en los meses previos hubo trabajos previos que también obligaron a cortar este tramo al tráfico de trenes.

Las obras las llevó a cabo la unidad de puentes de Renfe y fueron dirigidas por Rafael Alguacil. Además de la empresa ferroviaria, también participaron las empresas Duro Felguera y Mzov. Numerosos obreros fueron trasladados a ese tramo del Cabe durante los días que duraron las obras. Dado lo apartado de esa zona y las dificultades para llegar hasta allí, los promotores del proyecto optaron por instalar a pie de obra un comedor y dormitorios para los trabajadores.

En su fase final, las obras incluyeron el desmontado pieza a pieza de la estructura metálica del viejo puente y de la viga central del puente, de 62 metros de largo.