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18 agosto 2015

El drama del agua / Lo que dejó la tormenta

Aislados del mundo: un viaje en tren con el fin de asegurar la supervivencia

Los habitantes de tres pequeñas localidades de Lobos unieron fuerzas para buscar alimentos, medicamentos y combustible

Por Diego Yañez Martínez  | LA NACION

 

 

Supervivencia: en un tren especialmente habilitado cuando se desmoronó un puente de la ruta 40, los pobladores de Antonio Carboni, Sol de Mayo y Elvira buscaron objetos de primera necesidad. Foto: Hernán Zenteno

 

LOBOS.- Es una tarde en la que el frío invade cada parte del cuerpo. En la estación Empalme Lobos, 79 personas aguardan para tomarse un tren. Llevan con ellos todo lo que pueden cargar. Muchos se frotan las manos para tratar de darse calor. No es un viaje más. Después de dos días de estar literalmente aislados del mundo, pudieron trasladarse a Lobos para comprar los insumos básicos que necesitan y ahora emprenden el regreso.

Antonio Carboni, Sol de Mayo y Elvira, tres pequeñas localidades del sudoeste de Lobos, quedaron el miércoles apartadas del mundo cuando el arroyo Las Garzas se desbordó. El puente de Ernestina, una obra "temporal" desde hace veintidós años, fue socavado por el agua. Todas las vías de acceso se cortaron.

"Nos arreglamos como podemos m'hijo. Ahora compramos un poco de comida en Lobos. No sabemos cuándo vamos a poder volver", dice Hugo Stampella. Arriba del tren sin nombre, bautizado "La Esperanza", todos se conocen.

Juan Parenti tiene 52 años. Lleva puesta boina, un buzo negro y pantalón de campo. "Lo peor es si alguien se enferma. El único camión que pasó hasta hoy era de los bomberos; el dueño de un campo privado lo permitió. Las mujeres que tienen el encargue [embarazadas] fueron llevadas todas a Lobos", cuenta.

"Yo tenía las vacas en Pedernales y las tenía que salvar sí o sí. Cuando volví, una hora después de pasar a caballo, se cayó la tierra del puente que cruza el Río Salado", dice, y denuncia que nunca lo ensancharon. Fue construido en 1993 por los militares, luego que el antiguo paso de piedras se cayera, y presentado como una solución circunstancial.

Pero estar aislados no significa estar solos. Todos tratan de ayudarse. Paola López, de 27 años, vive en Saladillo, donde estudia para contadora pública (la única carrera que tiene plan de estudios ahí) y trabaja. Sentada enfrente de Juan, le lleva levadura y harina a su mamá, que vive en Elvira y tiene una panadería.

En Elvira viven 150 personas, no hay colegio secundario ni gas natural. En el tren van 20 garrafas. En la estación espera una camioneta de policía para cargarlas.

La situación es similar en el paraje Sol de Mayo, donde viven aproximadamente 70 personas. Carboni es la más grande de las tres localidades, con más de 2000 mil habitantes, aunque no tiene universidad.

En otro de los asientos viaja Marina Soza, que vuelve a Carboni. Fue a buscar el remedio para su hijo discapacitado de 8 años. En estos días tuvo que ingeniárselas para conseguir lo que necesitaba. "Tenía que buscar una leche especial, que me cubre la obra social y si no es muy cara. Llamé a un remisero en Lobos, que me salvó. Compró con su plata los pañales especiales que necesitaba para mi chico. Se gastó 750 pesos y encima los llevó hasta el camión de bomberos", relata.

El tren, operado por Ferrobaires, hace 23 meses no circulaba -antes lo hacía de modo esporádico-; se nota por las vías, que no están en condiciones.

Todos los pasajeros dicen que se podría haber evitado llegar a esta situación de aislamiento. "El puente temporal permanente", bromean, y reclaman inversiones. Las casas de los habitantes de los tres pequeños pueblos no se inundaron -eso no se cansan de agradecerlo-, pero no es suficiente.

Dos chicos con pulmonía tuvieron que viajar en el tren para poder tratarse en Lobos. El aislamiento también lo sufre y mucho Stella Arias. Tiene 45 años y vive en el Pasaje Sol de Mayo. Tuvo que trasladarse a Lobos para hacerse unos estudios, junto a los policías que custodiaban las urnas electorales, y recién hoy puede regresar. Viaja en el tren con tres de sus hijas, Milagros, Camila y Karen Contreras.

En su casa la espera su pequeña nieta de dos meses, que es cuidada por otra de sus hijas, Magali, la chiquita de 13 años que está sola en el campo. "Hace ya una semana que no veo al gordo", se lamenta.

 

Al llegar al pueblo de Elvira, el último del recorrido, el tren emprende el regreso. Es un solo viaje por día. Según confirmaron fuentes de la municipalidad, para hoy está garantizado el servicio, pero después los pueblos quedarán aislados hasta el martes. Y otra vez tendrán que arreglárselas con lo que tienen. Como siempre. Con la sola tranquilidad de saber que, mientras esperan, seguirán ayudándose los unos a los otros....

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