TRENEANDO  

El tren de Larrun

  

Octubre 31, 2009

Últimos días de la temporada para el tren de Larrun, uno de los pocos ferrocarriles de cremallera que aún quedan en Francia. De marzo a noviembre, ‘le peti train’, como se le conoce en la zona, realiza desde hace 80 años el trayecto hasta el monte del mismo nombre, ubicado a 905 metros sobre el nivel del mar, desde donde aseguran que se pueden admirar los siete territorios vascos.

Inaugurado en 1924, el tren de Larrun (o la Rhune), salva en poco más de 30 minutos la distancia que separa la base de la mítica cima del País Vasco francés, a unos 8 kilómetros por hora, la misma velocidad con la que se inauguró el servicio y de la que tan orgullosos se mostraron los lugareños el día de su inauguración. Los vagones son prácticamente los mismos que nacieron con el convoy, fabricados con material de la región como abeto de los Pirineos, pino de Las Landas, castaño de Ariège y madera de Iroco. Los coches han sido restaurados en varias ocasiones, incluso hay algunos nuevos de 1996, pero todos guardan la estética de principios de siglo.

Situado entre los pueblos de Ascain y Sara, a unos diez kilómetros de San Juan de Luz, está enclavado en uno de los parajes más entrañables de la región, que enamoró a personajes tan diferentes como Napoleón III y Eugenia de Montijo, EduardoVII y Wiston Churchill, Pierre Loti y Luis Mariano, Pedro Axular y el antropólogo Joxe Miguel Barandirán. Una zona pobladas de leyendas y cuevas de brujas, además de ruta de contrabandistas.

Hasta los años veinte del pasado siglo la senda hasta la cima se hacía a pie o con caballerizas especiales. De hecho, la Emperatriz Eugenia de Montijo ascendió a la cumbre cincuenta años antes de que se construyera el ferrocarril para apreciar la belleza de los paisajes y las espectaculares vistas que llegan hasta las playas de Las Landas. Tras varios años de duro trabajo y salvados los contratiempos surgidos durante la I Guerra Mundial, Larrun contó con su tren cremallera a principios de los años veinte, si bien el proyecto para la creación del tren cremallera comenzó a gestarse en 1908.

Es un paisaje privilegiado desde el que se puede admirar el mar y la montaña de Euskadi. Asimismo, también se pueden ver distintas especies de flora y fauna. En Larrun, hay 15 tipos distintos de árboles y animales como las ‘pottokak’, corderos vascos de lana negra y buitres.

Todo el material que se utiliza en ‘le petit train’ es de época. Aunque en mayo de 1996, se incorporaron dos nuevos coches, estos en realidad fueron fabricados de la misma forma que en 1924 por la empresa Etablissements Soulé de Bagnères de Bigorre. Dos empresas locales, Barland y Telletchea, colaboraron también en la restauración. La mecánica Barland de Bayona, que posee los planos originales de los vagones, se encargó de la restauración de los órganos de rodamiento y del chasis, operaciones que ocuparon a sus operarios artesanos y especializados más de 1.000 horas de trabajo. La carpintería Telletchea de Ascain repasó a conciencia toda la estructura de los coches, para lo que utilizó las mismas maderas que en 1924: el techo en pino de Pirineos; el suelo en pino de Las Landas; las láminas en castaño de Ariège; la plataforma en iroco, madera imputrescible originaria de África. Otras mil horas de mimada labor de los artesanos y carpinteros.

Todos los años, después de la temporada turística, el tren vuelve a su cuartel de invierno (desde noviembre a finales de febrero), que se encuentra en los Etablissements Barland; allí es desmontado, verificado, controlado, los motores rebobinados… todos los elementos son pasados a una escrupulosa revisión. Las piezas y órganos de rodamiento y de seguridad se controlan por medio de ultrasonidos y técnicas magnetoscópicas, siguiendo unas normas precisas de mantenimiento y de control realizados por la sociedad APAVE, bajo la supervisión de la Oficina Interdepartamental de Subidas Mecánicas, el único organismo habilitado para conceder la autorización de explotación.

Todas estas precauciones son indispensables cuando sabemos que hoy en día, el tren de Larrun transporta a más de 350.000 visitantes al año. Tras esta profunda revisión técnica, el tren vuelve a su depósito en el puerto de Saint Ignace a fin de terminar su tratamiento de belleza para la nueva temporada. Ahí, todo se verifica: asientos, plataformas, se barnizan las maderas interiores y exteriores, se lavan las cortinas, a los pomos de cobre se les saca el brillo…Para el 19 de marzo, San José, fecha de apertura, todo está listo.

La pequeña estación del puerto de Saint Ignace se vuelve a pintar todos los años para recibir a los clientes que o bien se han trasladado hasta allí atraídos por la fama del cremallera o bien han topado con él tras entrar en la zona de Sara, una de las localidades más fascinantes de esta zona del Pirineo.

Las casas blancas con las maderas aparentes rojas (algunas datan del siglo XV) y los primeros macizos de los Pirineos de un verde generoso, invitan al visitante a disfrutar de la belleza, de lo auténtico y de lo excepcional. ‘Saran Astia’ (en Sara se tiene tiempo), reza el viejo proverbio, que hace de este pueblo de Lapurdi, situado a escasamente 15 kilómetros de la costa, un lugar incomparable y de visita más que obligada, al menos una vez en la vida.

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