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17 enero 2017

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EL HOMBRE SENSATO Y COHERENTE QUE PREFIRIÓ PASARSE A LOS TRENES

 

De nombre Santiago, se trata de un ingeniero vigués con postgrado por Tufts University y Master por Boston College que hace años pudo hacer realidad el sueño de su vocación ferroviaria. Hoy conduce locomotoras por toda la geografía española.

 

Cuando Santiago/Yago era un crío y estudiaba en los Jesuitas el mejor momento del día era el de regresar a casa caminando por la ruta de Guixar donde hoy se encuentra la estación de pasajeros y que por entonces era una especie de aparcadero de las locomotoras y vagones de los trenes que prestaban servicio al puerto.

Se quedaba siempre un buen rato con sus admirados amigos los bregados ferroviarios que de alguna manera lo habían adoptado y que le permitían subir a tan imponentes máquinas diesel como la que aparece en la fotografía de arriba, se dejaban preguntar y le explicaban por encima su funcionamiento. Eran unos alargados momentos que se convirtieron, durante varios cursos, en la principal de sus actividades extraescolares, la que le ocupaba más tiempo y por la que sentía mayor interés

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Santiago soñaba con ser algún día maquinista, conductor de tren. Algo, sin embargo, que no parecía posible porque no estaba escrito en el previsible guión de su vida futura.

Ello debido, por una parte, a su entorno, al ser hijo de un conocido ingeniero y además empresario. Y por otra parte, quizás mucho más determinante, porque Renfe era por entonces un coto laboral cerrado al que sólo accedían los familiares de sus operarios.

Así que siendo un apasionado de los trenes, ya de joven universitario un erudito de los ferrocarriles y coleccionista de todo tipo de material relacionado, se tuvo que conformar con su primer destino: estudiar ingeniería. Lo que realizó para obtener después un posgrado en la Tufts University, en Medford, Massachussets; y posteriormente recibir un Master en una de las más prestigiosas universidades de Estados Unidos y del mundo, el Boston College, también propiedad, como el colegio de Vigo, de los Jesuitas.

Con estaa titulaciones, a su regreso a España no tuvo dificultades para conseguir los mejores trabajos como ingeniero especializado en diseños de maquinaria de manufacturación.

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Pero pasados unos años lo que parecía improbable ocurrió: en 2008 se convocaron oposiciones abiertas para aspirantes a maquinistas que no fueran familia de ferroviarios, las primeras en cuarenta años. 

Y no se lo pensó: se presentaría y dejaría su puesto de manager en una importante empresa.

Próximo a los treinta de edad, ya casado y con un primer hijo, se lo comunicó exultante a sus familares, a su madre, hermanos, tías, llamó a todo el mundo de su entorno. Era lo que había estado fantaseando y de pronto se abría la puerta para hacer realidad el sueño de una vida: ser maquinista de trenes. 

Lo consiguió tras obtener el número uno de la promoción; pero a la hora de elegir destino pidió transporte de mercancías. Es de suponer que debido a que al ser estos trenes mucho más lentos y de más compleja circulación subordinada a distintos factores esto le iba a permitir gozar todavía más de la profesión.

Han transcurrido nueve años y Santiago va camino de ser un veterano como aquellos amigos suyos de Guixar. A los que alcanzará en prolongada trayectoria profesional porque, como todavía no ha cumplido los cuarenta, le quedan muchos miles de kilómetros gozando sobre los raíles españoles.

El padre, que había fallecido unos años antes, no pudo ver cumplida la ilusión de su hijo. En cuanto a su madre cuando la voz se corrió por Vigo tuvo que escuchar impertinentes comentarios de algunas damas elegantes de esas ignorantes bien de toda la vida, con preguntas sobre si no le importaba la decisión que había tomado su hijo. Obteniendo siempre la misma respuesta: al contrario, nunca lo he visto tan feliz como ahora.

Santiago, el hombre que ya siendo niño amaba trenes, es, probablemente, el único maquinista del mundo con un Master en ingeniería por Boston College. 

Y eso, que es lo más importante, un hombre feliz.

J.G.F

* Sólo ciertos políticos son tan persistentes en su vocación.


 

15/01/2017

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