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15 diciembre 2016

GALICIA

 

Imagen:PILAR CANICOBA

La injusta odisea del AVE a Galicia

Ninguna otra obra pública del Estado tuvo tantas trabas e incumplimientos ni sufrió tantas críticas de otras comunidades

GONZALO BAREÑO 
MADRID / LA VOZ 12/12/2016 05:00

Dentro de unos años, los gallegos tendrán la posibilidad de desplazarse desde su tierra hasta la capital de España a través de una línea de alta velocidad ferroviaria. Pero el AVE a Galicia constituye ya, y constituirá para siempre, la historia de un incumplimiento sistemático de plazos y de un agravio permanente a una comunidad que habrá tenido que esperar cerca de 30 años para disponer de una infraestructura que los andaluces, por ejemplo, disfrutan desde 1992. Es una historia de la que, también hay que decirlo, salen por otra parte trasquiladas las figuras políticas más relevantes de Galicia en los últimos años. Por crear falsas expectativas o por su falta de exigencia.

Nada menos que en el año 1988, el entonces ministro de TransportesAbel Caballero, ya anunciaba que entre Madrid y Galicia circularían trenes de alta velocidad «en 1993». Sí, ¡1993!. Veinte años después, en el 2008, el entonces líder de la oposición en Galicia, Alberto Núñez Feijoo, aseguraba que los gobiernos socialistas de Madrid y Santiago engañaban a los gallegos porque el AVE no llegaría a Galicia hasta el año 2020. Algo que entonces, cuando el plazo prometido era el 2012, parecía una butade. Pero que al final puede acabar siendo premonitorio, aunque ahora el que gobierna en Madrid y Santiago es el PP. En aquel 2008, la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, acusaba a Feijoo de crear «desilusión». Y, en una comparecencia junto al presidente gallego, Emilio Pérez Touriño, lanzó «un mensaje de tranquilidad a todos los gallegos» y garantizó que habría AVE a Galicia en 2012. Touriño asentía y daba por buenos esos plazos imposibles. Llegaron después Núñez Feijoo a la Xunta y José Blanco al Ministerio de Fomento. Y, en lo que parecía un exceso de cautela, en el 2009 ambos fijaron la llegada del AVE a Galicia para el 2015.

 

Y, por ir acabando, arribó luego Ana Pastor a Fomento en el 2011. Y, aunque prudente, arrancó negándose a dar plazo concreto, en fecha tan reciente como enero del 2016 aseguró que el AVE entre Madrid y A Coruña «se terminará de sobra en 2018». Y ahora andamos ya por el 2020.

Pero no fue solo cuestión de incumplimientos desde los gobiernos. Resulta muy difícil, por no decir imposible, encontrar una gran obra del Estado que recibiera tantos ataques y a la que se le pusieran tantas trabas desde distintas comunidades y partidos. Algo incomprensible si se tiene en cuenta el atraso histórico de las infraestructuras gallegas frente al de otras comunidades más prósperas, cómo Cataluña, en las que se ha construido un AVE sin que nadie dijera una palabra más alta que otra y casi sin que los propios catalanes lo hubieran reclamado. Muy pronto vamos a ver también, sin que nadie se escandalice, como, a cambio de su voto favorable a los Presupuestos, el PNV consigue un fuerte impulso a la construcción del AVE vasco, en el que además el Gobierno de Vitoria disfruta del privilegio -uno más-, de licitar y ejecutar la obra y luego pasarle la factura al Estado.

Así las cosas, si el nuevo ministro, Íñigo de la Serna, anuncia en enero que el AVE no llegará a Galicia hasta el año 2020, o Feijoo se planta o habrá que ir pensando que, en realidad, la cosa va para la próxima legislatura.

El Gobierno ve ventajista la actitud de Ciudadanos

El Gobierno va a dejar pasar la aprobación del techo de gasto, elemento fundamental para garantizar la viabilidad de los Presupuestos, antes de afrontar un replanteamiento de su relación con Ciudadanos. No le ha gustado nada a Rajoy la estrategia que está poniendo en marcha el partido de Albert Rivera, consistente en apoyar al Gobierno en todo aquello que puede ser percibido como un avance en cuestiones sociales y en inversión pública mientras sitúa al Ejecutivo contra las cuerdas negándose a apoyar todo lo que supongan recortes o subidas de impuestos, bien sea a las personas físicas o a las empresas. De seguir así, el Gobierno buscará replantearse el acuerdo con Ciudadanos.

Rajoy prefiere un Podemos radicalizado que moderado

Que en el Gobierno y en el PP Pablo Iglesias no tiene precisamente buen cartel es algo bastante evidente. Pero, puestos a elegir en torno al debate interno de la formación morada, los populares se decantan, contra lo que pudiera parecer, por el triunfo de las tesis de Pablo Iglesias. Es decir, por un partido con un discurso férreamente controlado por un secretario general que impone las propuestas más radicales. En la Moncloa están seguros de que esa posición impide cualquier acercamiento entre Podemos y un PSOE que busca la vuelta a la centralidad. Por el contrario, el discurso más moderado, voluble y pactista de Íñigo Errejón podría llevar a los socialistas a intentar un acercamiento con los morados.

El PPdeG cree que Caballero sería el rival más temible

El PSdeG continúa en ebullición. Y así seguirá mientras no se aclare el panorama en torno al futuro liderazgo nacional del PSOE. La situación es caótica, porque la gestora en Ferraz considera insostenible la situación de la gestora de los socialistas gallegos, fiel a Pedro Sánchez, pero recela a la vez de las intenciones de Abel Caballero de hacerse con el control del partido en Galicia antes de que se confirme si la andaluza Susana Díaz opta o no a liderar el PSOE. En el PPdeG observan con satisfacción lo que sucede en el partido rival, porque tienen claro que un PSdeG con Abel Caballero a los mandos, aunque sea por vía interpuesta, sería la opción que podría ponerles en mayores aprietos.

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