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4 abril 2016

Botos, la estación que se transformó en un apeadero

El edificio es ya inaccesible a los pocos pasajeros de una línea convencional que solo conserva un solo tren diario por sentido

O. P. ARCAlalín / la voz, 03 de abril de 2016. Actualizado a las 05:00 h.

 

La única esperanza para Lalín de no perder el tren es que algún día sea realidad un apeadero en la línea de velocidad: no para subirse al AVE, sino para acceder a los convoys que unen Santiago con Ourense sustituyendo a los trenes regionales que pasaban por la vía convencional y de los que solo se conserva ya uno por sentido en Lalín. Un apeadero: o sea, lo mismo conserva en estos momentos en Botos.

Porque la vieja estación ya no presta servicio. El edificio permanece cerrado a cal y canto. Las puertas antivandálicas impiden al menos esperar el tren a cubierto y utilizar los baños, lo único que podía hacerse después de cerrarse la venta de billetes hace años. El cartel de entrada que figura en la fachada principal es un sinsentido: bajo el rótulo queda un portón infranqueable, y para acceder al andén hay que utilizar las entradas laterales, una de ellas ya sin verjas. Tampoco la moderna cartelería que señala la sala de espera conduce a ningún lado: de nuevo metal marrón en el edificio vacío que tuvo vida después de completarse a finales de la década de los 50 la línea férrea Zamora-A Coruña. Para esperar, no quedan más que tres asientos de hierro bajo los soportales. Por capacidad, más que suficientes; por comodidad y temperatura durante la mayoría del año, un motivo más para desterrar la idea de subirse al tren en Lalín.

El cierre total de la estación contrasta con algún detalle que es la excepción, como la instalación de una pantalla de Adif en la que informa de los próximos convoys: se pasa las horas en blanco, salvo para repetir incansable que «Adif es consciente de la necesidad de contribuir al acercamiento del ciudadano a la naturaleza ...», mensajequizás prescindible para quien quiere tomar un tren hacia Ourense o Santiago. Difícil misión en Botos, donde el tiempo parece tan detenido como el majestuoso reloj que da cuenta de un pasado más boyante.

 

Para ver los horarios que la pantalla electrónica niega, no queda más que consultar el tablón de toda la vida. En una nueva muestra del descuido de la estación, los últimos cambios introducidos este año ya ni siquiera se han colocado dentro de la vitrina: se han pegado sobre el cristal, permitiendo ver en el interior las frecuencias disponibles con anterioridad para evidenciar aún más el declive imparable de la que fue estación de Lalín.

 

 

Inversión en el edificio en 2008

 

Era la única que resistía en la comarca, y en 2008 había recibido una inversión de 54.400 euros en la terminal de pasajeros. Los elementos antivandálicos demuestran su necesidad: ventanas del primer piso, sin protección, muestran cristales rotos que evidencian incivismo. Las últimas en caer antes que Botos fueron Abades y Ponte Taboada: curiosamente tras inversiones de 78.000 euros en la primera, y de 89.300 en Ponte Taboada.

 

Cristales rotos en ventanas. La estación, en la que se invirtieron 54.400 euros en el 2008, muestra signos de incivismo como cristales rotos en ventanas del primer piso. fotos rober amado

 

Cerrada a cal y canto. Adif pudo ahorrarse la cartelería de nuevo diseño. Entre otras cuestiones, porque es un contrasentido: la entrada no lo es, por más que tenga acceso para discapacitados.

 

Tres asientos en un soportal. La sala de espera utilizable para aguardar el tren en Lalín son tres asientos bajo un soportal. Con frío, una razón más para evitar utilizar este medio en Lalín.

 

Muestras de un pasado mejor. El tiempo se paró en Botos: literalmente. La estación de Lalín solo tiene pasado, y el gran reloj de la terminal de pasajeros dejó ya de avanzar.

 

 

Los coches en prácticas sustituyen al ferrocarril. Botos deja de ser una estación porque por sus vías ya no pasan trenes de pasajeros. Y son los viajeros los que dan sentido a una infraestructura como esta. Los trenes ausentes se han visto sustituidos por coches de autoescuelas, que realizan prácticas en la gran explanada anexa al edificio: siempre fue demasiado grande; ahora es inmensa.

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