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3 septiembre 2018

Mi hogar antes era un vagón de tren

  • Mi hogar antes era un vagón de tren
     
 
 
 

 

 

 

Víctor Negro. 
 

Tiempo de lectura 4 min.

02 de septiembre de 2018. 12:18h

 
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El ferrocarril siempre tuvo su vertiente romántica en concordancia con un lado práctico. Viajar en grandes obras de la ingeniería, clásicas o modernas, disfrutar de paisajes y conocer gente interesante ha completado a menudo el objetivo inicial de buena parte de sus usuarios: trasladarse de un punto de origen a otro de destino. Hay empresas que amplían este significado de los trenes y convierten un vagón en uno de los puntos más sagrados para muchas personas, su hogar.

Wagonstill, con sede en La Granja de San Ildefonso, Segovia, es la única en España. Desde 2006, esta firma recupera vagones abandonados, o que las compañías ferroviarias retiran de la circulación, los remodela con diferentes configuraciones y los instala en el lugar que el cliente elige. La vivienda es uno de los usos más demandados, «para cinco, seis y hasta ocho personas, con cocina, sala de estar y dos baños. Jugando con el ingenio se puede conseguir una buena capacidad», destaca Miguel Huidobro, el impulsor de la idea.

Estas reliquias rodantes se pueden transformar también en restaurantes, cines, salas de juego, bares, alojamientos de montaña... Sus posibilidades son infinitas, pero todas cuentan con un denominador común, la sostenibilidad.

Y este concepto nace de varias vías. La más inmediata es la reutilización. Lo que no solo alude a las ventajas del reciclaje para el medio ambiente, también significa un ahorro energético considerable, todo lo que no se consume en su desguazado o destrucción. Este hogar es móvil, además. El propietario lo podrá trasladar, de ser necesario, y casi sin dejar rastro en el entorno, ya que el vagón se instala sobre raíles y traviesas para garantizar la estabilidad necesaria.

La colocación también redunda en su eficiencia energética. La casa está «suspendida» a 1,5 m del suelo, lo que evita humedades. En la climatización desempeñan un papel crucial las corrientes que se consiguen gracias a las 8 ventanas enfrentadas entre sí, así como los sistemas de aislamiento térmico que se utilizan. En este punto también innovan en Wagonstill, y lo hacen de nuevo con miras a respetar la naturaleza y reducir la huella de carbono. «Ahora estamos utilizando un reciclado de pantalones vaqueros», cuenta Miguel, para arropar las paredes y conseguir temperaturas estables en cualquier momento. Y, en verano, el aire acondicionado es innecesario. En invierno, una estufa de pellets de 3 kW se ha demostrado más que suficiente.

Hasta el momento, la empresa ha habilitado 21 vagones con finalidades variopintas como una sala de exposiciones, un bar o un estudio de grabación, además del más habitual, que es el de vivienda. Depende del tipo elegido: «Suelo trabajar el vagón de carga por su funcionalidad y estética». Estos hogares originales y sostenibles constarán de 25 m² a 32 m² por precios que oscilan entre los 40.000 y los 50.000 €.

 

Mi hogar antes era un vagón de tren

 

 

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