deia.com

3 agosto 2018

Historias de la vida

Toda una vida con el ‘chacachá’ del tren

Hace 35 años José Miguel García cumplió su sueño de ser ferroviario y es conocido en la ruta Bilbao-Balmaseda

Un reportaje de Yaiza Pozo - Lunes, 30 de Julio de 2018 - Actualizado a las 06:00h


José Miguel García posa frente a la estación de FEVE en Abando que ofrece servicios regionales y de cercanías con destino a Balmaseda, Santander y León.Foto: Oskar González

José Miguel García posa frente a la estación de FEVE en Abando que ofrece servicios regionales y de cercanías con destino a Balmaseda, Santander y León.Foto: Oskar González

AVECES los sueños se hacen realidad. Este es el caso de José Miguel García, un apasionado de los trenes. “Recuerdo tener que coger una banqueta y ponerla enfrente del alféizar de la cocina para poder ver pasar los ferrocarriles”, recuerda. Desde esa ventana ha visto el cambio de las máquinas de vapor al diesel. 35 años han pasado desde que su pasión se convirtió en su profesión. Una pasión heredada de su padre, que durante casi toda su vida, hasta que se jubiló, trabajó también como ferroviario. “Lo llevo en la sangre”, admite. Ahora, con muchos años de experiencia, José Miguel es un rostro habitual de la ruta Bilbao-Balmaseda.

“En el Corredor del Cadagua hemos nacido muchas personas de otras generaciones que vinieron a buscarse la vida en el tren de La Robla. Mi padre vino en este ferrocarril con 19 años a Balmaseda y yo nací en una casa que tenía la empresa para sus empleados”, relata José Miguel. El objetivo principal de este famoso ferrocarril, que principalmente operaba entre León y Balmaseda, era acercar la importante producción carbonífera de las cuencas mineras leonesa para su consumo en la industria siderúrgica de Bizkaia.

José Miguel se crió entre vagones. “Jugaba con trenes, cogía tacos de madera y con unas escarpias me hacía uno”, rememora. Entró a trabajar en el ferrocarril por promoción militar el 15 de julio de 1983 y logró licenciarse tres años más tarde, pero “como en Balmaseda no había plazas tuve que irme a Cistierna, en León, y allí estuve tres meses hasta que regresé”. Alcanzó su meta con mucho sacrificio. Aquello con lo que tanto ansiaba en su infancia se hizo realidad. “Me siento muy orgulloso de haber seguido los pasos de mi padre. Como hago lo que me gusta entiendo el trabajo de otra forma”, confiesa.

Todavía recuerda la primera vez que cogió un tren. “Tenía unos nervios terribles. Me temblaban los pies”, cuenta. Pero fue cuestión de tiempo. Ahora admite que puede llevarse otro tipo de sustos. “Con el paso del tiempo eres más psicólogo porque cuando alguien va a cruzar la vía te das cuenta de si te ha visto o no para que te de tiempo a frenar. La gente es muy despistada y en cuestión de segundos hay que reaccionar. Ahora los sustos ya te los tomas de otra manera”, expone.

“La gente es muy despistada y en cuestión de segundos hay que reaccionar;a veces te llevas sustos, pero ahora me lo tomo de otra manera”

A pesar de llevar 35 años haciendo la ruta Bilbao-Balmaseda y siendo la estación de FEVE su segunda casa, no se cansa de la rutina porque según cuenta “cada día es diferente”. “Unos días porque hace sol, llueve... Otro porque un pasajero te hace un gesto...”. Esta es una de las cosas que más valora este maquinista, el poder tener contacto directo con las personas que cada día se suben al tren que conduce con ilusión. “Conducirlo me ha aportado muchas cosas, pero sobre todo, quitarme la vergüenza. Muchas veces salgo a comunicarles algo si es necesario. Me gusta hablar con ellos”, expone.

De día y de nocheSon muchos años sobre raíles. José Miguel lleva a sus espaldas muchos kilómetros recorridos y vivencias para recordar. “Me he llegado a quedar dentro del tren 24 horas porque igual ha habido un derrumbe y no podíamos volver. Teníamos que esperar a que limpiasen la vía. Día de nieve y no poder circular y tener que quedarnos a dormir en un pueblo...”, relata. Pero ahora los trenes están mejor preparados. Son muchos los cambios que se han dado en todo este tiempo ya que ahora están mejor dotados. “En la máquina de vapor estaba todo abierto, no había calefacción. Se vivían situaciones muy difíciles y condiciones muy duras de trabajo. Ahora hay aire acondicionado, están insonorizados.... Hay muchas comodidades y ha cambiado mucho todo aunque muy lentamente”, dice mientras confiesa también haber vivido el cambio del vapor al diesel.

Su día a día gira entorno al ferrocarril. A penas tiene tiempo para un respiro e incluso puede resultar difícil compaginar la vida profesional con la personal, pero lo lleva lo mejor que puede. “Cada día como a una hora diferente, ceno a una hora diferente... No hay horario y es difícil hacer planes”, relata.

Tras su larga trayectoria como ferroviario, José Miguel conoce a sus pasajeros, también sus vecinos, como nadie. Desde pequeño no se imaginaba en otra profesión a pesar de que a veces la rutina pueda resultar algo monótona. “Son muchos años haciendo lo mismo pero cuando te gusta lo que haces no te queda otra que seguir disfrutando”. Porque según José Miguel “llevar un tren es la cosa más bonita”.

El protagonista

Pin It