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70 años de azulejos en el metro de Lisboa

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El Metro de Lisboa, que nació como empresa en 1948 pero que solo comenzó a transportar pasajeros en 1959, está unido al azulejo, cuya industria consiguió revitalizar como una forma de expresión artística en Portugal. Para conmemorar los 70 años, el metropolitano lisboeta organiza una serie de visitas guiadas centradas en el patrimonio artístico y arquitectónico que encierran sus galerías, muchas de ellas engalanadas con azulejos. De hecho, la red red de estaciones es el museo más visitado de la ciudad.

Desde el siglo XVI hasta hoy, ninguna otra ciudad del mundo ha producido tanto azulejo como Lisboa, donde el oficio es un arte nacional que sigue vivo y en auge, con una amplia variedad de aplicaciones y usos, y donde los azulejos, con patrones geométricos o imágenes históricas, se encuentran omnipresentes en el paisaje urbano. Los azulejos de la capital lusa son uno de los tesoros de Europa, pero Portugal puede presumir de las obras en muchas de sus estaciones con aportaciones de artistas de reconocido prestigio. La terminal del aeropuerto, por ejemplo, es el escenario de un proyecto del arquitecto Leopoldo Almeida con la colaboración del artista plástico António Antunes. Otra de las mejor valoradas por su arte suburbano es la de Oriente, diseñada por el arquitecto Santiago Calatrava, y con dos enormes murales diseñados en azulejos, uno del japonés Yayoi Kusama y otro del argentino Antonio Segui.

Las rutas guiadas comenzaron de forma mensual el pasado enero y continuarán, al menos, hasta julio. La responsable de comunicación del Metro, Sara Plácido, define la iniciativa como “un éxito”. Las estaciones por las que transcurre la visita cambian cada mes. La de abril recorre Marqués de Pombal, Campo Pequeno, Quinta das Conchas y Ameixoeira, aunque el punto de partida siempre es Avenida porque la estación mantiene las características arquitectónicas y decorativas del momento de su inauguración (1959).

En la primera mitad del siglo XX el azulejo es prohibido en grandes fachadas por un decreto del Ayuntamiento de Lisboa, pero el Metro revitaliza la cerámica, explica Guilherme Rodrigues poco antes de comenzar una visita, para la que le espera una veintena de personas en la entrada de la estación de Avenida, situada en Avenida Liberdade, una de las principales arterias de la ciudad. Trabajador del suburbano lisboeta durante 40 años y que, tras jubilarse, hace las funciones de guía, Rodrigues resalta la decoración de las paredes de la estación, compuesta por azulejos con motivos geométricos que representan ruedas y cruces de caminos. La artista que firmó estos trabajos, María Keil, “fue criticada por trabajar el azulejo porque era un soporte que se consideraba propio de la cocina y el cuarto de baño”, sostiene.

El azulejo acabó por imponerse en los primeros años del metro hasta tal punto de que se convirtió en un elemento obligatorio para decorar las estaciones. Keil fue una de las principales artistas que trabajaron en ello y decoró hasta 19 paradas diferentes durante los primeros años del suburbano. “Es un óptimo elemento para el metro porque en el subsuelo hay agua y el azulejo, además de tener una función decorativa, tiene una función de impermeabilización e higiene“, explica Rodrigues. “Y además, la materia prima es portuguesa”, apostilla.

En este recorrido es imprescindible la visita a la estación de Oriente. Once artistas representantes de los cinco continentes fueron invitados a representar la temática central de la Expo 98: los océanos. El islandés Errö aborda una historia de mitos y leyendas en clave de cómic que demuestra que el arte del azulejo no tiene límites. Frases de poemas y romances de Almada Negreiros recubren las paredes de la estación de Saldanha que es, sin duda, la más literaria del metropolitano de Lisboa. Y en Cabo Ruivo desconcertantes motivos de arte prehistórica del artista plástico David de Almeida sorprenden al viajero en un marco singular.

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