ECOLOGÍA

Mi casa es un tren

Miguel Huidobro convierte con su empresa Wagonstill, viejos vagones en casas rurales, ‘spa’ o estudios de grabación

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Interior del primer vagón que restauró Miguel Huidobro, fundador de la empresa Wagonstill. Interior del primer vagón que restauró Miguel Huidobro, fundador de la empresa Wagonstill.

Cuando Miguel Pedrera se independizó, se instaló en un tren. Una vivienda sostenible de unos 30 metros cuadrados construida en el interior de un antiguo vagón de mercancías. “Mis padres pensaron que estaba loco, pero yo siempre había querido vivir en el campo, y cuando se me presentó esta oportunidad cogí el tren”, bromea. Ahora vive con su pareja en una casa cercana. El vagón se quedaba pequeño para dos. “Pero si estuviera solo sí que volvería. Vivía con muy poco. Me di cuenta de la cantidad de cosas que acumulamos que en realidad no necesitamos”.

La que fue la casa de Pedrera durante más de un año está situada en una finca al norte de Madrid, en Colmenar Viejo, cerca del club deportivo donde él trabaja como instructor de tenis. Es un vagón rojo colocado sobre unos raíles. En el interior, el techo redondeado hace que la estancia recuerde a un carromato circense. A un lado, una cama de matrimonio, un pequeño sofá y una estufa de leña; al otro, la cocina y el baño. Una de las puertas correderas originales ha sido sustituida por otra de cristal que hace que la estancia sea muy luminosa y que permite disfrutar, a lo lejos, de las vistas a la sierra. El agua y la luz provienen de una vivienda situada a pocos metros.

El coche en el que vivió Pedrera fue el primero que reparó Miguel Huidobro, fundador de Wagonstill, empresa dedicada a la restauración y venta de antiguos vagones. Diplomado en Turismo, cuando terminó la carrera tenía la ilusión de construir un alojamiento rural y alguien le dio la idea de utilizar viejos trenes en el proyecto. Colocó el vagón en la finca en la que sigue aún hoy y comenzó su restauración. Huidobro compra en subasta vagones de Renfe, de particulares o en el extranjero, los restaura en dos o tres meses y los vende por unos 40.000 euros.

Uno de los dos coches que forman el restaurante El vagón de Beni, en Hoyo de Manzanares (Madrid).Uno de los dos coches que forman el restaurante El vagón de Beni, en Hoyo de Manzanares (Madrid).
 

“Cuando empecé, pensé que sería un producto de crisis, pero ahora mismo hay mucha oferta de casas modulares a precios competitivos”, explica Huidobro desde Portugal, donde espera hacerse con nuevas adquisiciones. Ha vendido 16 vagones desde 2007 destinados a proyectos tan dispares como casas para invitados, estudios de grabación, spa o alojamientos turísticos. Son viviendas sostenibles porque, según explica, no afectan al terreno. “Además, se ahorra energía al reutilizar materiales y todos los que añadimos son ecológicos”.

También al norte de Madrid, en Hoyo de Manzanares, Benito Celestino tuvo la idea de restaurar viejos ferrocarriles para darles una segunda vida. En este caso, como restaurante, El Vagón de Beni. Sus dos coches tienen capacidad para 56 comensales, pero además Celestino construyó una cubierta bajo la que pueden comer hasta 60 personas más y que da al conjunto el aspecto de una pequeña estación de tren. “Hemos respetado la configuración original para que sean como los auténticos coches restaurante”, cuenta con orgullo. “Somos la atracción del pueblo”.

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