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19 octubre 2015

 

Francia en tren. Perpinyà

 

 
 

UNA EXPERIENCIA ENCANTADORA. El centro del mundo está aquí al lado

Perpinya

 

Entrar en contacto con su vasta historia, sus habitantes, comerciantes y restauradores es la mejor forma de descubrir Perpinyà a fondo

Texto: Julio Maya

El título que encabeza este reportaje tiene copyright. El “centro del mundo” fue la fórmula acuñada por Salvador Dalí para definir Perpinyà, capital del departamento de los Pirineos Orientales, en la región de Languedoc-Rosellón. Históricamente, la ciudad francesa ha mantenido estrechos lazos con Catalunya y España, con las que está muy bien conectada a través de la línea de alta velocidad Madrid-Barcelona-París (1 hora y 19 minutos). Hoy se distingue por su rica identidad cultural y patrimonial que le han valido el reconocimiento con dos sellos: Ciudad de Arte y de Historia y Patrimonio del siglo XX.

Los sabores, aromas y colores de esta tierra singular y llena de encanto no dejan a nadie indiferente. Entrar en contacto con su historia, sus habitantes, comerciantes y restauradores permite descubrir sus numerosos tesoros y atractivos. Destino ideal para una escapada de fin de semana, Perpinyà ofrece al visitante una amplia propuesta en alojamientos –hoteles, apartamentos o casas de huéspedes– para vivir una experiencia inolvidable.

AL DETALLE. Decía el genial Dalí que “siempre hay un momento en la vida en que la gente se da cuenta de que me adora”. Lo mismo sucede con Perpinyà. Existen un sinfín de razones para adorarla, pero sería eterno repasar una por una. Así que lo más aconsejable es hacer un resumen de algunas de las más potentes y representativas.

¿Por dónde empezar? Tanto monta, monta tanto. Lo importante es no perder ningún detalle. Un buen inicio es adentrarse en el encantador casco antiguo y pasear a lo largo de La Bassa, el canal que cruza la ciudad y que toma sus aguas del río Têt. Subir los 142 peldaños del Castillet, puerta de entrada a Perpinyà y admirar la ciudad vieja, la ciudad baja y sus muelles.

Otro atractivo aliciente es descubrir los edificios típicos de estilo art nouveau y artdéco de los años 1900 a 1950 a lo largo del bulevar Bourrat o la avenida Général de Gaulle, obra de grandes arquitectos como Petersen o Muchir, entre otros. También es aconsejable entrar en los patios y jardines de los antiguos palacetes de las calles del Théâtre, Emile Zola, la plaza de la Loge (Ayuntamiento), o la calle de la Académie, sede del Obispado.

Otra opción es pasear y descansar en los magníficos parques y jardines de la ciudad, como el Bir Hakeim, una institución verde desde hace dos siglos que acoge plátanos de 1809 y palmeras centenarias; el jardín exótico del dique de Orry, con sus más de 208 especies procedentes de todos los rincones del planeta; o el Serrat d’en Vaquer, situado en la colina más alta de la meseta del Rosellón, desde las que se divisan fabulosas vistas.

Los escaparates de las joyerías perpiñanesas muestran orgullosos los granates, piezas artesanales labradas siguiendo un procedimiento único, que suponen la producción más prestigiosa de la artesanía local. Los tejidos catalanes, como los de la marca Toiles du Soleil, con sus motivos y colores típicos, son muy apreciados internacionalmente. No menos interesante es adquirir productos exóticos y llenarse de aromas en la calle Paratilla, conocida como la calle de las especias. O dar una vuelta por alguno de sus mercados, como el de la plaza République, famoso por sus frutas y verduras biológicas; el de antigüedades en las Allées Maillol; el de libreros del Quai Vauban; el Cassanyes, en la plaza homónima, o el rastro situado en el aparcamiento del Palacio de Exposiciones.

MUCHO ARTE. Perpinyà también es ciudad de museos: la villa de Tilleuls, en la avenida de Grande Bretagne, alberga el Museo de las Monedas y Medallas Joseph Puig y posee un lujoso jardín inglés; el Centro de Arte Contemporáneo Walter Benjamin; el Museo de Historia Natural –que exhibe una momia egipcia de la 23ª dinastía–, y numerosas galerías de arte.

No acaban aquí los puntos de interés para el recién llegado. La lista prosigue: admirar el magnífico panorama desde lo alto del Palacio de los Reyes de Mallorca, espléndida fortaleza del siglo XII, que cuenta con el precioso patio de honor, la capilla revestida de mármol rojo y blanco, y la Gran Sala de Mallorca; imbuirse del animado ambiente de los numerosos bares de tapas de la ciudad; degustar la cocina mediterránea de sus restaurantes (por ejemplo, La Galinette, una estrella Michelin); acudir a Sant Vicens para admirar las cerámicas y los tapices del artista Jean Lurçat; descansar en el parque Sant Vicens, emplazado alrededor de dos estanques; disfrutar de la programación del teatro del Archipel, obra de los talleres de Jean Nouvel y Brigitte Métra, que conforma un conjunto arquitectónico espectacular…

Y eso no es todo. Perpinyà se puede descubrir de muchas maneras. Una de las más insólitas es hacerlo en un peculiar trenecito o navegando por el canal a bordo de las tradicionales barcas catalanas. También es muy recomendable dejarse seducir por los vinos del Rosellón en las bodegas y bares de la ciudad para empaparse de las virtudes vinícolas de la región. Desde el punto de vista gastronómico, el viajero no puede dejar Perpinyà sin probar los deliciosos pasteles de los artesanos pasteleros locales. Como imperdonable sería no aprovechar la abundante programación de eventos culturales, artísticos, deportivos y musicales que se celebran aquí durante todo el año. Además, la aplicación Perpignan 3D ofrece una visita guiada animada del patrimonio de Perpinyà.

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