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10 agosto 2015

La violencia del desierto

El diseñador Alberto Corazón cree que los viajes "ensanchan la vida" y está fascinado por los desiertos y los ríos

7 AGO 2015 - 00:00 CEST

El diseñador Alberto Corazón.

El diseñador Alberto Corazón.

Es difícil, por no decir imposible, vivir 24 horas en España sin topar con alguno de los diseños de Alberto Corazón. Autor, por ejemplo, de las estaciones de Cercanías de Renfe, del teléfono Domo, de los logos de Anaya, Mapfre y la Biblioteca Nacional entre muchísimos otros, el artista protagoniza ahora una retrospectiva en la Fundación Telefónica de Madrid. Alberto Corazón cree que viajar es una de las tres cosas que “ensanchan la vida” —las otras dos son leer y escuchar música—. Conoce casi todo el mundo y últimamente le ha dado por los desiertos.

¿Por qué el desierto?

Son sitios que te permiten hacer un viaje interior más que exterior. Hace tres años, yo acababa de tener una serie de exposiciones y al llegar el verano mi mujer y yo decidimos plantarnos en Atacama, en Chile. No sé si fue una decisión consciente o inconsciente, pero fue muy intenso. Tener un desierto en alta montaña, en plenos Andes, ya es de por sí un misterio geológico.

Todo el mundo dice que es un paisaje que no se parece a nada.

A nada, desde luego. No hay ni viento. Tienes la sensación de estar en el límite, en los bordes. Además, no se huele nada porque la sal aniquila la vida vegetal y animal. Te hace situarte en otro plano y te deja un poco tocado. Recuerdo detalles como una ermita dedicada a San Pedro, llena de abalorios y exvotos que parecían casi africanos. Y encima, un cartel: “se ruega silencio para no molestar al santo”.

¿Dónde se alojaron?

En un hotel Explora. Es una cadena de un industrial chileno al que le gusta la naturaleza. Todos son sencillos y refinados y están proyectados por arquitectos como Germán del Sol. El personal suele estar formado por universitarios que conocen muy bien la zona y ellos mismos nos indicaron que si nos había impresionado tanto Atacama, deberíamos probar el otro lado de Chile, la Patagonia, al sur.

¿Les hicieron caso?

Sí, y pasamos de la violencia del desierto de sal a la del desierto verde. El paisaje es absolutamente uniforme y el terreno siempre llano. No hay ni un árbol en toda la Patagonia. Pasas horas y horas en un 4 x 4 viendo el mismo paisaje. Fue memorable.

¿Y después de los desiertos?

Tocan los ríos. Quiero navegar las grandes vías fluviales, que fueron las primeras autopistas que tuvo el hombre.

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