ABC.ES

31 julio 2014

Teatro

Calderón y Quevedo viajan en metro

Día 31/07/2014 - 12.52h
 

Alberto y Franco interpretan a los clásicos del Siglo de Oro de vagón en vagón en el metropolitano de Madrid

 

Calderón y Quevedo viajan en metro

S.g.

 

 

«Es verdad. Pues reprimamos esta fiera condicion, esta furia, esta ambicion, por si alguna vez soñamos: Y sí haremos, pues estamos en mundo tan singular, que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta dispertar».

Estos versos son los primeros del segundo monólogo de la obra «La vida es sueño» de Calderón de la Barca. Unos versos que resuenan no en el interior de un teatro, sino en el de un vagón del metro de Madrid. Es Franco quien los recita ante unos pasajeros, que sorprendidos ante tan grata improvisación, apartan por unos minutos los ojos de sus teléfonos móviles, del periódico o de su libro electrónico, o tan solo detienen sus pensamientos para sumergirse en el Siglo de Oro de la mano de una pareja, Alberto y Franco, que visten los ropajes propios de los pícaros de aquella época. «Es que ahora los hemos cambiado por el calor. En invierno utilizamos los del Siglo de Oro, que llevan casaca», nos explica Alberto.

Estudiante de audiovisuales que acaba de concluir la carrera, confiesa que «el apasionado al teatro» es su compañero y amigo, Franco, al que conoció en Málaga y con el que ha formado tándem desde entonces, «y él me la ha transmitido a mí».

Entre Arrabal y el Siglo de Oro

Franco, gaditano, ha estudiado arte dramático y ha venido a Madrid ha ganarse la vida, y hacerse un hueco en la interpretación. Para ello, ambos amigos han formado la compañía Teastrero (combinación de trastero y teatro) con la que recientemente han ganado un premio por montar la obra «Fando y Lis», de Fernando Arrabal. «Solo la hemos podido interpretar ocho veces en un año –se lamenta–. Arrabal resulta un autor difícil para muchos».

Pero lo que nos trae aquí es su «pasión subterránea», como la llama Alberto. Interpretar ante un público improvisado fragmentos de obras de Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Cervantes, Quevedo... «Aunque lo que más gusta es Calderón», reconoce este joven que a pesar de ser madrileño arrastra un acento andaluz cultivado durante los años que vivió en Málaga. «Y me viene muy bien para determinados personajes», bromea.

Asegura que obtener algunas monedas no es el objetivo de esta iniciativa, para lo que a veces no dudan en interpelar de manera directa, pero con mucha gracia, a algunos de los viajeros que se apean del vagón sin rascarse el bolsillo. «Actuar aquí nos divierte y nos sirve de entrenamiento. Queremos hacer teatro y no depender de nadie», afirma.

Cuentan a su favor con un público entregado, que participa de sus chanzas. «Les metemos mucha caña hablando de los temas de actualidad». Temas que van renovando y que sirven a veces de catarsis para ciudadanos bastante enfadados con el mundo que les rodea. El tema de hoy ha sido, como no, Pujol. «Es el padre del independentismo, el más independentista de todos, hasta el punto de que solo piensa en él», exclaman logrando una carcajada general.

Crisis y ladrones

En su papel de pícaros también les plantean a estos espectadores algunos galimatías, «como qué fue antes el huevo o la gallina». O en términos de actualidad, «si hay ladrones porque hay crisis, o crisis porque hay ladrones».

Para esta actividad, para la que no tienen días, horarios ni rutas fijas –«vamos por muchas líneas de metro diferentes»– cuentan también con la complicidad de los viajeros, «que nos avisan cuando ven a los guardias de seguridad. Y entonces nos sentamos», algunos de los cuales también se muestran solidarios con esta pasión y hacen la vista gorda.

Además de esta «pasión subterránea», Alberto y Franco trabajan en la Carpetania Madrid, una empresa de ocio y turismo que se dedica a organizar rutas por la capital, mostrando desde el Madrid Medieval, al de los Austrias o el literario a través de los grandes escritores que nacieron y habitaron en ella, como Lope de Vega, Cervantes, Quevedo...

En la siguiente estación Franco comienza a referirse a las andanzas de este último. «En 1580, el pequeño Paco nace en Madrid...». Me bajo del vagón después de haberme pasado de estación, pero no importa. Ha merecido la pena sumergirme durante unos minutos en el Siglo de Oro, y olvidarme de mi teléfono móvil.

«Hacemos esto porque nos divierte y como entrenamiento», afirma Alberto

Pin It