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25 diciembre 2012

Avilés

El último silbato del tren

La estación de San Juan de Nieva es la única de Renfe en Asturias en la que los controladores ferroviarios realizan el trabajo de forma manual, con gorra, banderín y un pito

Marta PÉREZ

«Mis amigos me llaman el último pito de Asturias, estoy acostumbrado». Santiago Menéndez Pérez (47 años, Gijón) es, en efecto, el último pito de Asturias. Nada más lejos de la realidad. El apodo le viene de su trabajo como controlador ferroviario en la estación de San Juan de Nieva, la última de Renfe en Asturias en la que las órdenes de tráfico a los maquinistas no son telemandadas, sino en persona. Santiago Menéndez sale cada día al andén de la estación con su uniforme de ferroviario, su gorra, su banderín y su silbato: cuando el controlador de San Juan de Nieva toca el pito, el tren ya puede partir.


«El silbato era una necesidad que ha ido desapareciendo porque ahora todas las estaciones son telemandadas. La de San Juan, por su situación y sus características -mueve más mercancías que pasajeros- es la última que queda, aunque no sé el tiempo que aguantará», explica Santiago Menéndez. Este gijonés, hijo de ferroviario de Cangas del Narcea, entró en la profesión por una oposición después de tres años de servicio militar. «En la mili aprendí a tocar el silbato», explica. Y hace una pausa para silbar el «Quinto levanta» con su herramienta de trabajo. «A mí ya me pilló una crisis. En 1985 no había dónde caerse. Lo que pasa es que me equivoqué de profesión, si hubiera ido para maquinista, a ellos les fue mejor que a nosotros», asume. Con veintinueve años en la empresa a sus espaldas, los últimos ocho años Santiago Menéndez los ha pasado en la estación de San Juan de Nieva. En total son cuatro los «pitos» de la estación, que trabajan a turnos.


Los controladores ferroviarios manejan un código de señales y sonidos que deben emplear en función de la situación. Por ejemplo, tres toques prolongados del silbato indican al maquinista del tren que hay una emergencia.


-¿Y dentro del tren se oye el silbato?


-Quiero pensar que sí. Aunque no son sólo los pitidos.


Otra de las señales que alertan al maquinista de una emergencia son el banderín rojo desplegado, o el movimiento de brazos haciendo cruces. «Ahora casi no tienes nada que silbar, pero antes, cuando las estaciones funcionaban así, te recorrías siete kilómetros de un lado al otro de la vía en cada turno. Tenías que ir pitando de aquí para allá», analiza el controlador ferroviario.


En casi tres décadas de profesión, Santiago Menéndez tiene una retahíla de anécdotas. «Un clásico de los ferroviarios, que sigue repitiéndose cada día, es que te vengan a preguntar a que hora es el último tren, que respondas, por ejemplo, a las once, y que la persona te responda: ¿No hay uno más tarde?. Eso no falla», comenta Santiago Menéndez en la estación de San Juan.


El ferroviario echa de menos el halo de romanticismo que tenía la profesión, un ir y venir de viajeros, maletas e historias en la suela de los zapatos. «Ahora es todo menos humano: un torno, un billete...», sostiene. En la estética, San Juan de Nieva aún conserva mucho de ese romanticismo del tren. Y Santiago Menéndez, con su gorra, su banderín y su silbato en el andén forma parte de esa estética. Sin embargo, la estación de San Juan de Nieva mueve más mercancía que pasajeros. De cuando en cuando, alguien que viene de fiesta de la capital se duerme en el vagón, se olvida de bajarse en Avilés, y acaba en la última estación, la de San Juan. Entonces, el silbato de Santiago Menéndez hace las veces de despertador.


Pero el de Gijón no sólo toca el silbato. Entiende otros instrumentos. Guitarrista de joven, comenzó a tocar con el desaparecido Carlos Redondo antes de «Los Locos». De hecho, participó en el concierto homenaje a los que fueran integrantes de «Felpeyu» -Redondo e Igor Medio- con el grupo «Los Manguanes». Ahora tiene una banda que se llama «Nicki y los Nickilaudas». «Somos un tributo a «Fito y los Fitipaldi», pero la gente no lo entiende», comenta el ferroviario. Le habría gustado tocar con otro nombre «La banda del tren», pero ya estaba pillado.

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