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12 julio 2018

Cuencas

Tras las huellas del viejo tren minero

Foto de la primera locomotora que hizo el recorrido./
Foto de la primera locomotora que hizo el recorrido.

Entre Mieres y Morcín ya se puede caminar sobre el antiguo trazado del tren carbonero | Es uno de los elementos industriales con mayor valor arquitectónico de España, pero los vecinos critican su abandono por parte de las instituciones

ALEJANDRO J. JAMBRINA Lunes, 9 julio 2018, 19:11

Escondidas entre las laderas de los montes, en lo más profundo del valle del Caudal, se encuentran unas ruinas ferroviarias que permanecen ocultas y son desconocidas para la mayoría, a excepción de quienes conviven con ellas y aprecian su alto valor histórico. Se trata de los restos del antiguo trazado del ferrocarril minero, que unía las localidades de La Pereda, en Mieres, y La Foz, en Morcín. Se trata de unos de los restos de patrimonio industrial que mejor estado de conservación presenta en nuestra región, además de tener una complejidad arquitectónica sin igual en toda España.

El trazado data de 1920 y su construcción derivó de la necesidad de carbón demandada por las empresas carboneras europeas a causa de la Primera Guerra Mundial. Las vías contaban se extienden a lo largo de ocho kilómetros de recorrido. Los cuatro primeros, discurren dentro de la parroquia de Loredo y, el resto, por La Foz, y suma un total de once túneles y seis puentes que se conservan hoy en día. La complejidad de la construcción del recorrido y sus materiales convierten a esta vía en un activo patrimonial de la zona. «Todas las construcciones que tiene, desde los túneles hasta los grandes muros de contención, están construidos con piedra caliza de griotte o caliza roja, un material muy poco común que se extraía de la cantera que aún existe en Loredo», explica el presidente de la Asociación Cultural Los Averinos, Celso Suárez. Los miembros de esta agrupación son unos fieles defensores de este patrimonio que, según reivindica, «necesita que las autoridades valoren y cuiden como se merece».

La ruta que hoy en día transcurre por el antiguo trazado –tras caer en desuso en 1969– presenta un visible estado de deterioro, tanto el propio camino como la abundante vegetación que invade la actual vía verde. Solo están bien conservados los túneles y puentes debido, dicen, a la alta calidad de la obra realizada cuando se construyeron, «no por el cuidado que se haya tenido desde entonces». Suárez critica que «todo esto está abandonado y no se aprovecha como activo turístico».

Varios miembros de la asociación Los Averinos recorren esta ruta habitualmente para contemplar su «majestuosidad» y «echarle un ojo a su estado». Junto a ellos, se pueden descubrir muchos de los secretos que esconden las paredes del camino que tan perfectamente se colocaron en una época en los que los medios eran escasos y precarios.

«Hay que tener en cuenta que una obra de tal magnitud sería difícil de realizar hoy en día, así que imaginemos como fue hace más de cien años. Aquí hubo mucha mano de obra y también muchos accidentes y tragedias sucedieron durante la construcción de esta vía férrea del antiguo tren minero del Caudal», subraya el presidente de la agrupación de Los Averinos.

Un reto arquitectónico

La obra más costosa y complicada del proyecto fue la perforación de los once túneles que tiene el trazado. El tramo que transcurre a la altura de Loredo es, sin duda, el que más retos y dificultades supuso. «En este punto, las vías tenían que pasar de un valle de la montaña al otro, haciendo además una curva muy cerrada, lo que dificultaba los trabajos», explica Suárez. Es por ello que ahora en este pueblo se pueden contemplar dos puentes, de compleja ingeniería, que «fueron construidos y labrados a la perfección con caliza roja». Tras cruzar el segundo de ellos, y dejar a un costado el pueblo hundido en el valle, el senderista tropieza con la antigua estación de tren, conservada hoy en día como museo.

Este singular edificio sirvió en su día como despacho y vivienda del jefe de caminería, encargado del mantenimiento de la red viaria. Sus fachadas también están construidas con caliza de griotte procedente de la cantera de Funtilixán, que se encuentra ubicada justo antes del segundo túnel del recorrido. Esta mina –que fue fundamental durante toda la obra– ha llamado la atención de estudiosos y geólogos, alguno de la Universidad de Oviedo, por la singularidad de sus rocas. «En pocos lugares se pueden encontrar yacimientos de caliza roja tan perfectos como en la obra de este trazado», aseguran desde la Universidad.

El trazado prosigue entre caminos de tierra, muchos de ellos de complicado acceso. El visitante puede contemplar a los lados de la ruta algunos de piedra que se levantaron para sustentar las laderas y asegurar el trazado. El veteado rojo y blanco brilla a la luz del sol, cubierto por una película acuosa de las aguas filtradas por la roca. Un espectáculo digno de contemplar que, sin duda, «no se puede ver en muchos más sitios que aquí», apunta Suárez.

Arriba, varios miembros del colectivo Los Averinos, junto a vecinos de Morcín, frente a la antigua estación de Loredo; a la izquierda, el puente de Loredo; a la derecha, Miembros de Los Averinos, bajo el puente de Porrimán, en Morcín. / J. M. Pardo

Alguno representantes políticos de la zona como el vicealcalde de Mieres, Manuel Ángel Álvarez, y el propio alcalde de Morcín, Maximino García, aprovecharon para participar en una visita guiada por la ruta y conocer de primera mano las peticiones y sugerencias de algunos miembros de Los Averinos con respecto al cuidado y conservación de la misma. Ambos coincidieron en destacar el «alto valor histórico y arquitectónico de unas construcciones tan destacables como los túneles y puentes de la ruta minera». También reconocieron que ambos concejos tienen previsto «trabajar por lograr una mejora de los caminos y todo lo que rodea las entradas de y salidas de las excavaciones».

Llegó a aprobarse un proyecto para implantar un tren turístico a vapor que volviese a recorrer esta senda, una idea que buscaba potenciar el turismo en una zona «con muy pocos habitantes y cada vez más abandonada», señalan. Dicho plan tuvo que ser descartado por la oposición de algunos vecinos de La Pereda, que entendían el proyecto como «molesto e innecesario». «Sin duda es una oportunidad fallida que lamentamos», argumenta Suárez.